14 de julio de 2014

Sexo en la Edad Oscura. Lujuria en los templos cristianos (España)

Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria). Hombre y mujer exhibiendo sus órganos sexuales
Tal profusión de iconografía sexual y pagana en los metopas, canecillos y capiteles de las iglesias románicas del norte peninsular, que hoy podríamos denominar pornográficas,  nos hace preguntarnos inmediatamente sobre el posible significado de esas curiosas escenas procaces y obscenas figuras. ¿Qué hacen grotescos personajes, pícaros, contorsionistas, hombres y mujeres exhibiéndose sexualmente y extraños animales demoníacos, decorando nuestros templos cristianos? En muchas de las iglesias románicas de nuestro país, sobre todo Cantabria, Palencia y Burgos, es habitual contemplar relieves y esculturas de parejas besándose, copulando, desnudos o mostrando sus miembros sexuales en escandalosas posturas. El sonrojo aparece en muchos de nosotros, que no nos explicamos qué pueden estar haciendo ese tipo de escenas sexuales en una iglesia. Y es que mientras parece que estamos acostumbrados a verlas en el arte de civilizaciones orientales o antiguas, desde la perspectiva de nuestro mundo nos parece muy extraño verlas en templos cristianos, más cercanos, ya que consideramos el sexo como algo que pertenece a un mundo más privado y oculto a los demás. Estas obscenas imágenes en las que el exhibicionismo y las prácticas sexuales pueden alcanzar cotas escandalosas, se hallan sobre todos en los muros exteriores de los templos, pero también en los interiores, como coros, pilas bautismales, en ciertas miniaturas e incluso en algún tapiz, que acompañan a escenas bíblicas, a imágenes de guerreros de la propia época, a horóscopos, animales diversos (reales o fantásticos), cacerías, labriegos en distintas ocupaciones, músicos o danzarines. Fornicadores, exhibicionistas mirándose entre sí u observando al espectador, venerables ancianos que se masturban, fogosos amantes besándose o copulando, hombres desnudos a modo de atlantes, falos solitarios… parecen extrañas imágenes para decorar una iglesia románica, en plena, oscura y represiva Edad Media europea. Texto y fotos: Alex Guerra Terra
Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria). Capiteles y canecillos con representaciones de posturas sexuales e imágenes demoníacas
Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria).
Mujer exhibicionista en capitel
Por tierras cántabras. Una de las paradas obligadas para un recorrido por toda esta curiosa lujuria románica, es la Colegiata de San Pedro de Cervatos, en el municipio de Campoo de Enmedio (Cantabria), y por aquí comenzamos. Construida entre los siglos XII y XVI, el que Cervatos sea tan rico en testimonios románicos e iconografía erótica, y que la misma encuentre réplica en otras iglesias del entorno, ha hecho que casi implícitamente se sugiera que este tipo de decoraciones son una de las características peculiares del románico de la comarca de Campoo, lo que es una visión simplista y exagerada, ya que no es algo exclusivo de este territorio. Personajes en actitudes similares aparecen en otras zonas peninsulares o incluso europeas. Sin embargo, San Pedro de Cervatos es pródiga en ellos, y por eso recibe al año miles de turistas atraídos por esta numerosa iconografía obscena que muestran sus canecillos y capiteles: personajes con el falo erecto, onanistas, escenas de coito y hombres y mujeres enfrentados mostrándose mutuamente sus órganos sexuales, son de lo más típico. Un poco más raro, son dos conejos en actitud de perpetuar la especie, siempre siguiendo el mismo modelo de representación, donde la mayor variación parece deberse casi a la mayor o menor pericia del escultor. La buena conservación de estas esculturas, su evidente disposición y la continua repetición de las mismas escenas, han convertido a este edificio románico en la mayor referencia del llamado "románico erótico". Sin salir de Cantabria, podemos aprovechar a hacer una visita a la Colegiata de San Martín de Elines, en el pueblo de San Martín de Elines (también construida en el siglo XII pero con posteriores intervenciones hasta el siglo XVI), donde también se hallan representaciones muy explícitas y curiosas como el “pensador” que mientras se masturba, se rasca la barbilla en actitud meditabunda. Sin duda una llamativa figura, reflejo tal vez de una costumbre, extraña, aunque no lo es menos otra (que al parecer se mantuvo en Alemania hasta el siglo XVIII) que se conoce como Risus Paschalis mediante la cual, el día de Resurrección y para demostrar alegría, el clérigo contaba relatos obscenos a los fieles, haciendo gracias e incluso llegando a masturbarse delante de ellos, algo que escandalizaba a la gente de orden dentro de la Iglesia, pero que al parecer tenía aceptación a niveles más populares.
Colegiata de San pedro de Cervatos (Cantabria). Postura sexual y animal demoníaco
Iglesia de San Salvador (Rebanal de las Llantas, Palencia).
Pila bautismal. Serpientes mordiendo los senos de la mujer
La Palencia románica. Adentrándonos en nuestra geografía peninsular, seguimos hacia el norte de Palencia, donde son bastante significativos los motivos sexuales que aparecen en las pequeñas iglesias de localidades como Matalvaniega, Cillamayor y Revilla de Santillán. En el exterior de estos tres templos, son comunes las escenas donde aparece el hombre y la mujer, uno junto al otro, desnudos, muchas veces asociados a imágenes grotescas, lo que nos puede hacer pensar que es una admonición contra el pecado. En la pequeña iglesia palentina de San Cebrián de Mudá aparecen unos enormes penes, de los pocos ejemplos de representaciones en los capiteles del interior de estos recintos religiosos. En la Iglesia de San Martín de Tours (Frómista, Palencia), del siglo XI, considerada uno de los prototipos del románico europeo y situada en el recorrido del Camino de Santiago, tampoco faltan este tipo de escenas grotescas o eróticas, y son probablemente de las primeras del románico. Una muy significativa, es un desnudo restaurado en el siglo XIX, pero creado muy anteriormente, en uno de los capiteles, que está sin duda sacado de la representación de un sarcófago romano que se hallaba entonces en Husillos (muy cerca de Frómista), hoy en el Museo Arqueológico de Madrid, y que cuenta el mito de Orestes. En la Iglesia de El Salvador, en Rebanal de las Llantas (Palencia), una pila bautismal de forma troncocónica que se encuentra en la capilla a la derecha de la iglesia, se caracteriza por sus representaciones de serpientes mordiendo los senos de las mujeres, símbolo por excelencia del pecado de la lujuria, que sin embargo, es una herencia de la tradición clásica, en la que las serpientes bebían de los pechos de la madre tierra, cambiando su sentido en la Edad Media. También un sirviente y una alcahueta, observan el acto sexual de una pareja.
Iglesia de San Salvador (Rebanal de las Llantas, Palencia). Pila bautismal. Sirviente y alcahueta observando el acto sexual de una pareja
Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria)
Personaje realizando autofelación en canecillo
Erotismo en Burgos. Y ya en Burgos, nuestra última parada en este curioso periplo, vemos en el Monasterio de Santa María la Real (Tórtoles de Esgueva), una especie de “pensador” que se está masturbando con una mano y con la otra se acaricia la barbilla en actitud de meditar, muy parecida a la de la Iglesia de San Martín de Elines de Cantabria. Otras escenas muy llamativas aparecen en iglesias de los alrededores, como un hombre y una mujer practicando el sexo en la que el varón aparece vestido con capa y capucha, u otra, en la Iglesia de San Quirce de los Ausines, cerca de Hontoria de la Cantera (también en Burgos), donde se muestran con extrema crudeza un hombre presentándose desnudo con el pene erecto ante una mujer, también sin ropa, y bajo la figura masculina la palabra “io” (yo), que según Jaime Nuño, uno de los principales investigadores del románico erótico, si se considerase este comportamiento muy pecaminoso en aquella época, estaría aceptando su culpa, pero es muy improbable que alguien se incriminara en un relieve de piedra, muy improbable que alguien, se mostrara tan arrepentido de su comportamiento, considerando que en aquella época, al contrario de los que muchas veces se afirma, la sexualidad estaba mucho más integrada a la vida cotidiana de las personas incluso que en la actualidad, ya que el modo de vida en pequeñas chozas en las que la intimidad era una utopía, no permitía esconderse para realizar el coito. La idea de pecado, dependiendo además, respecto a qué actitudes, sólo se veía por parte de algunas élites, normalmente relacionadas con la iglesia.
Colegiata de San Martín de Elines (Cantabria). El personaje de la izquierda se masturba mientras se acaricia la barbilla en gesto meditabundo, representación que se repite en otros templos como el Monasterio Santa María la Real de Palencia
Colegiata de san Pedro de Cervatos (Cantabria)
Acto sexual en canecillo
San Pablo y el sexo. Si curioso, variado e interesante resulta el recorrido por todo este repertorio de poses y posturas, igual o más interesante aún es tratar de explorar sus motivos y significados. Uno de los investigadores que más ha profundizado en el tema, el historiador Jaime Nuño, puntualiza muy correctamente que para abordar una interpretación, es necesario conocer los doctrinarios y penitenciales eclesiásticos de la Edad Media, que están llenos de admoniciones contra los diferentes pecados, pero con especial inquina contra la avaricia y la lujuria, de modo que avarientos y lujuriosos se hallan con especial presencia en las representaciones de los castigos infernales. La Biblia es prolija en disposiciones acerca de las relaciones sexuales, a las que considera al menos impuras, condenando abiertamente la homosexualidad y el bestialismo, práctica esta que castiga incluso con la muerte, a pesar de estar documentado que a mediados del siglo XII era una de las prácticas más comunes. Después del libertinaje del mundo grecorromano, se dio un giro de ciento ochenta grados, y para san Pablo, padre de la doctrina cristiana, el sexo era pecado. “Ningún lujurioso, impío o avaro ha de heredar el reino de Cristo”, dice en una de sus cartas. Cuatro siglos más tarde Boecio concluye: “¿Quieres llevar una vida de placer? Pero, ¿quién no mirará con desprecio la cosa más vil y deleznable, su propio cuerpo?”, abriendo así de par en par la senda del ascetismo, la castidad y la renuncia que serán esenciales en el cristianismo. Sin embargo, el pensamiento de la élite eclesiástica no era el del resto del pueblo.
Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria)
La realidad cotidiana. Algunos estudiosos se preguntan si tales imágenes no serán más bien la expresión de unos condicionantes de vida típicos de la cultura popular en la que el artista se desenvuelve, aunque parecería no atreverse a ir más allá. El hombre medieval de a pie, está más imbuido de la antigua tradición popular grecorromana de lo que podemos pensar. Para juzgarlo, en realidad sólo disponemos de los escasos escritos emanados desde las élites eclesiásticas, que parecen expresar lo contrario, al menos en cuanto a cultura sexual se refiere. Sin embargo los propios penitenciales recogen también otra serie de prácticas abiertamente heredadas del paganismo, que el hombre común vivía diariamente y que incluso llegaba a revestir de religiosidad. Basta leer el Cantar del Mío Cid para ver la importancia de los agüeros, condenados también por la Iglesia.  Por otro lado, para el hombre medieval el sexo no podía ser algo críptico, escondido, privado, como lo puede ser para nosotros, entre otras cosas porque la inmensa mayoría de las familias vivían en humildes chozas divididas por la mitad, con un ámbito para el ganado y una sola estancia para toda la familia, donde toda la parentela dormía junta y donde la privacidad sencillamente, era imposible. Por eso tampoco resulta extraño cómo algunas representaciones del mes de febrero muestran a un hombre y una mujer calentándose al fuego mientras se enseñan mutuamente sus partes. El sexo formaba parte de la vida cotidiana, y así se representa. Sin más.
Iglesia de San Martín de
Tours (Frómista, Palencia)
La mujer: amenaza constante. Sin embargo a nivel eclesiástico la exaltación de la continencia sexual, siguiendo el ejemplo de Cristo tal como se relata en los cuatro evangelios canónicos, es una constante en los escritos que emanan desde las élites. En pleno período románico, expresa Bernardo de Morlaas: “Abismo de sensualidad, instrumento del abismo, boca de los vicios, no retrocede ante nada y concibe de su padre y de su hijo. Mujer víbora, no ser humano, sino bestia feroz. Mujer pérfida, mujer fétida, mujer infecta”. La mujer era vista como un ser débil, sensual, lujurioso, la incitadora, la gran amenaza que llevaba al hombre a tener conductas pecaminosas. Incluso en las Partidas de Alfonso X se dice claramente que “castidad es una virtud que ama Dios y que deben amar los hombres”. Acompañando a este ideario, en la práctica, por ejemplo, se intentan regular también los días en que dentro del matrimonio, el único estado en que es permitido, puede haber contacto sexual entre los cónyuges, y se hace con tal severidad que Oronzo Giordano ha llegado a calcular que, bajo ciertas circunstancias, podía haber más días de prohibición que los que tiene un año. Y es que ya había dicho Gregorio de Tours, allá por el siglo VI: “los monstruos, los tullidos, todos los niños enclenques son, como bien es sabido, concebidos el domingo por la noche”. 
Colegiata de San Martín de Elines (Cantabria)
Iglesia de San Martín de Tours (Frómista, Palencia)
Aquí los desnudos imitan los de las fuentes clásicas
Condena a posturas sexuales. Los penitenciales eclesiásticos condenan ciertas prácticas sexuales, especialmente la sodomía, pero también casi todas las posturas amorosas, puesto que se entiende que no van orientadas a la estricta procreación, sino al lascivo goce. Incluso la legislación civil entra en estos campos de las relaciones entre hombres y mujeres, donde, curiosamente, el estamento eclesiástico suele estar muy presente como sujeto activo. Es sabido que cuando algo requiere legislación es porque el supuesto delito se comete con cierta frecuencia. ¿Por qué, si no, iba a tener el Fuero de Sepúlveda un artículo titulado “Del que se asiere a teta de mujer”? Penitenciales y códigos civiles en realidad constatan hechos, e incluso a veces llegan a aceptar con benevolencia ciertas prácticas consideradas pecaminosas. No faltan los investigadores que consideran a estas representaciones una especie de chiste fácil, una manifestación del humor popular de la época, aseverando que seguramente, en ese período del medievo existía una cierta permisividad por parte de la autoridad religiosa. Suponen que era fácil que cuando un obispo veía estas imágenes eróticas, se encogiera de hombros y lo atribuyera a una actuación burlesca que tenía que soportar.
Colegiata de San Pedro de Cervatos
(Cantabria)
Lujuria en el templo. Teniendo en cuenta todos estos antecedentes, es muy difícil ofrecer una explicación coherente y demostrable a la presencia de una iconografía de marcado carácter sexual en el arte románico cristiano, y que en cierto modo pervive en época gótica. Puede parecernos incluso un jocoso juego de humildes canteros, que dejan libremente su impronta popular en los rincones más recónditos de algunos templos, opinión manifestada por algunos investigadores, y una de las más aceptadas para esta irreverente presencia. Claro que entonces resultaría bastante complicado explicar por qué algunas de las escenas más llamativas se encuentran en importantes iglesias monásticas, donde cabe suponer un mayor control, o, por qué figuran por ejemplo, en el famosísimo Tapiz de Bayeux, que decoraba los muros interiores de una gran catedral y que fue elaborado directamente por las mujeres de la familia del duque de Normandía, Guillermo, para conmemorar su conquista de Inglaterra. Y difícil de entender sería igualmente el contenido de ciertas canciones escritas, y reconocidas públicamente por Guillermo, duque de Aquitania, uno de los estados más importantes del momento, en las que sin tapujos habla de sus correrías sexuales o expresa reflexiones tan llamativas como “Señor mi Dios, que eres caudillo y rey del mundo, ¿cómo no cayó fulminado quien primero vigiló el coño?”.
Colegiata de San Martín
de Elines (Cantabria)
¿Estímulos procreadores o condena al sexo? Otras teorías sostienen que estas imágenes son una incitación a procrear, por la necesidad permanente de repoblación (tal vez contra los musulmanes), pero en realidad el problema no era la falta de nacimientos, sino la supervivencia de los niños ya que, aunque los datos son muy escasos y las conclusiones controvertidas, se estima que al menos un 35% no alcanzaba los diez años de edad, y cuatro de cada diez menores no superaban el primer año. Sin embargo una de las teorías más divulgadas y aceptadas es que tales imágenes eran una abierta condena de prácticas pecaminosas y que por tal motivo se hallan en el exterior de los templos, trasunto de la vida terrena, estando ausentes en el interior, donde habita lo divino. Pero esto tampoco es tan exacto, pues por ejemplo, en la iglesia cántabra de Villanueva de la Nía, una mujer exhibicionista mira a los feligreses desde el arco triunfal y otra al sacerdote, mientras que en Santillana del Mar, también dentro del templo de esta importantísima colegiata, hay una clara escena en que la mujer acaricia el pene de descomunales proporciones de su amante. Probablemente esta supuesta condena del pecado, más produce curiosidad por el vicio, que respeto por la virtud.
Interior de la Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria)
Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria)
Acto sexual en canecillo
Vuelta al oscurantismo. En definitiva, la población civil medieval no era tan mojigata como creemos. Fue sobre todo a partir del siglo XV, cuando los hogares empiezan a tener más habitaciones y la privacidad es posible, que las cosas comienzan a variar. Si a ello le sumamos el calado que va tomando la paciente, punzante labor de la Iglesia imponiendo sus doctrinas, mejor divulgadas ahora con esa gran herramienta que es la imprenta, nos encontramos con un retroceso en aquellas prácticas liberales del medievo. A mediados del siglo XVI, tanto la Reforma como la Contrarreforma inciden en la importancia de la castidad y la vigilancia del pecado, y será  a partir de entonces, cuando los últimos rescoldos de la cultura pagana tradicional desaparecerán por completo. Aún recuerdan algunos, cuando en pleno siglo XX los párrocos animaban a los niños del pueblo a destrozar a pedradas aquellas impúdicas y groseras esculturas. Herederos de la Contrarreforma somos, y con nuestros ojos, es que intentamos entender el motivo de aquellas viejas representaciones medievales. Al acercarnos a ellas, deberíamos mantener la distancia que separan los 800 años desde que fueron colocadas en estos lugares. No podemos juzgar a los maestros que construyeron los edificios románicos con nuestra mentalidad, porque el hombre medieval no tenía los mismos sentimientos y tampoco existe una constancia plena de lo que pensaba el pueblo. Para facilitar la comprensión de esta dicotomía de mentalidades, es como si juzgáramos una escena medieval de caza del oso con nuestros ojos actuales. ¿Era la caza del oso algo condenado, un delito ecológico en la Edad Media? La respuesta es no, y lo mismo sucede con otras representaciones de escenas de la vida cotidiana, incluidas las eróticas. Traspasando fronteras. Hay que reconocer cierta preferencia por este tipo de representaciones entre los antiguos escultores del norte peninsular. Hoy las conocemos repartidas con mayor o menor intensidad por toda esta área, al menos desde Zaragoza hasta Portugal, pasando por Segovia. Sin embargo, esta inclinación se extiende también por el resto de España, Francia, Irlanda, Gran Bretaña, Italia (donde incluso aparecen representaciones eróticas en coros) o Alemania. En las islas británicas, la recurrente imagen de Sheela Na Gig, que podemos traducir, o al menos se ha traducido, como “fea como un pecado”, es una representación más o menos habitual en el románico, y la verdad, que es fea como un pecado: una especie de mujer (por decir algo), abriéndose el sexo con unas manos que más que manos son garras. Podría tener cierta vinculación con lo celta (entendido como cultura prerromana), aunque no está probado todavía, y, salvando las distancias geográficas y formales, podríamos equipararla con algunos exhibicionistas de los que se ven en iglesias de Campoo.
Colegiata de San Martín de Elines (Cantabria)
El liberal mundo grecorromano. Frente a la liberalidad del mundo de la Grecia y Roma antiguas, sociedades muy tolerante con el sexo en las que los falos se llevaban como colgante o aparecían como indicativos viarios, donde escenas hetero y homosexuales decoraban estancias o aparecían frecuentemente en los candiles de cerámica, y donde se celebraban fiestas orgiásticas de alto contenido erótico, consagradas a dioses lúbricos (Pompeya es un claro ejemplo de ello), la tradición judía es mucho más casta y de ella bebe san Pablo, el máximo exponente de la primitiva doctrina cristiana. En la plástica románica, aunque también en la gótica, se mantienen iconos heredados del mundo antiguo tanto grecorromano como ibero, como atlantes, sirenas, personajes masturbándose o el propio falo, símbolo profiláctico en muchas culturas, que sigue presente en templos cristianos medievales, a veces como única decoración en todo el edificio, incluso en el interior. La gente común de la época. La gente no era, como frecuentemente se afirma, tan religiosa, ni tan reprimida, ni estaba tan pendiente de los asuntos divinos como se cree, sino todo lo contrario. Tenía un espíritu muy lúdico, y además, el modo de vida de la época, en pequeñas chozas sin apenas intimidad entre los integrantes de la familia, dejaba el sexo como una práctica para la que no era posible esconderse. El sexo en el tiempo. Nos sorprende sobremanera encontrar este tipo de representaciones en contextos religiosos de nuestro arte románico, pero lo cierto es que tanto en Egipto, como en India, Nepal, Japón, China, Persia o algunas culturas de la América Precolombina, ya se relacionaba el arte erótico con la religión. Hinduismo, taoísmo y budismo han reflejado el sexo en sus manifestaciones artísticas, por no decir que esto ya sucedía desde los albores de la Humanidad, como podemos interpretar a partir de las esculturas de las venus neolíticas. En realidad, las imágenes sexuales no estuvieron prohibidas en ningún punto del planeta, hasta 1857. El concepto de pornografía como algo pernicioso y de mal gusto no aparece hasta que la Europa Victoriana se muestra como una sociedad casta y recatada, que esconde los primeros descubrimientos de las excavaciones de Pompeya.










4 comentarios:

  1. Me encanta, Alex.
    Todo lo que escribes es tan interesante...
    Un beso.

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    1. Gracias Aiko por leerme y estar siempre ahí. Un abrazo, espero verte prontito :)

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  2. Hola Alex: Estuve hace poco en Cervatos y estoy preparando una entrada en mi blog Cienleguasalaredonda. Si no tienes inconveniente voy a poner un enlace a esta entrada pues me parecemuy interesante y relacionado con el tema. Tan solo se trataría de poner un enlace directo al artículo, no de copiar ninngún tipo de material. En el caso que no estuvieras de acuerdo lo retiraría.
    Saludos Elías Arana (Elcoso) rnnvrr@gmail.com

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  3. Oh, eso explica en buena medida la perversión al interior del clero romano.

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