16 de noviembre de 2012

Etnomusicología en Ovalle (IV Región-Chile 2003)


La música está presente en gran parte de nuestra vida, oímos música mientras vamos en el coche, mientras trabajamos y llega a marcar momentos importantes de nuestras vidas. Esta forma de expresión cultural lleva acompañando al ser humano desde la prehistoria, algo que se ha podido constatar en pinturas rupestres y restos de instrumentos musicales rudimentarios que han sido encontrados en excavaciones de todo el mundo. Texto: Los textos aquí recogidos, son extractos inéditos de un libro a publicar próximamente (El gorrión, el cóndor y la golondrina). Fotos: Alex Guerra Terra 2003. Si quieres escuchar 1 minuto de música del Taller Taucán, pincha aquí: Taller Taucán

La tranquila caminata de la estación hasta el museo logró relajarla un poco, y medianamente repuesta de todas las vicisitudes del autocar, se encontró con una agradable sorpresa. El museo no sólo estaba abierto, sino que anunciaba por medio de un pendón colgado a un lado de la puerta de entrada, una muestra de danza y música indígenas, por Quique Guayacán, esa misma tarde. Perfecto, la suerte por fin le había venido a visitar, disponía de la mañana para escudriñar las salas de exposiciones, luego pararía a comer algún platillo típicamente contundente de la región, y por la tarde podría asistir a una prometedora muestra de manifestaciones populares, que siempre apreciaba cuando estaba en el extranjero. Sólo esperaba que no se tratara de una burda danza estereotipada para el turismo, opción que no resultaba muy probable en aquella ciudad poco visitada. Seguramente iba a ser algo auténtico. La tarde prometía.

El museo del Limarí disponía de una fantástica muestra del crisol de culturas que se habían asentado a lo largo de la historia en el territorio de la región semiárida chilena, por lo que constituía un punto de referencia para los investigadores de los grupos allí asentados en algún espacio temporal de los últimos diez mil años, si bien el grueso de las investigaciones y colecciones estaban dedicadas sobre todo a los complejos culturales que vivieron en la provincia desde el siglo II al XVI después de Cristo, principalmente El Molle y Diaguita. En una de las vitrinas varias piezas del complejo El Molle se articulaban con la representación de un chamán participando de una ceremonia nocturna, haciendo de mediador entre el mundo natural y el sobrenatural, que Catalina imaginó como algo similar a las ceremonias que seguramente se celebraban en torno de algunos petroglifos. De hecho, luego supo a través de la lectura de un pequeño letrero, que la recreación estaba basada en expresiones de arte rupestre encontradas en el valle del Encanto, un enigmático paraje muy cercano al museo.

Después de una reponedora comida, volvió al museo para presenciar la representación de músicas y danzas precolombinas, que resultó fascinante, producto seguramente de una constante búsqueda de perfeccionamiento en los diferentes ritmos y técnicas de tocar de los antiguos. El músico Quique Guayacán, incansable en su odisea detrás de las músicas y los instrumentos sagrados del pasado, interpretó bellas danzas ancestrales junto con los demás del grupo, espontáneamente, sin bombo, sin buscar el reconocimiento, sólo agradecido ante la oportunidad de enseñar mostrando, tocando, moviendo su cuerpo y alma. Un milagro que Catalina no esperaba, y que superó con creces sus expectativas.

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