La música está presente en gran parte de nuestra vida, oímos música
mientras vamos en el coche, mientras trabajamos y llega a marcar momentos
importantes de nuestras vidas. Esta forma de expresión cultural lleva
acompañando al ser humano desde la prehistoria, algo que se ha podido constatar
en pinturas rupestres y restos de instrumentos musicales rudimentarios que han
sido encontrados en excavaciones de todo el mundo. Texto: Los textos aquí recogidos, son extractos inéditos de un libro a publicar próximamente (El gorrión, el cóndor y la golondrina). Fotos: Alex Guerra Terra 2003. Si quieres escuchar 1 minuto de música del Taller Taucán, pincha aquí: Taller Taucán
La tranquila caminata de la estación hasta el museo
logró relajarla un poco, y medianamente repuesta de todas las vicisitudes del
autocar, se encontró con una agradable sorpresa. El museo no sólo estaba
abierto, sino que anunciaba por medio de un pendón colgado a un lado de la
puerta de entrada, una muestra de danza y música indígenas, por Quique
Guayacán, esa misma tarde. Perfecto, la suerte por fin le había venido a
visitar, disponía de la mañana para escudriñar las salas de exposiciones, luego
pararía a comer algún platillo típicamente contundente de la región, y por la
tarde podría asistir a una prometedora muestra de manifestaciones populares,
que siempre apreciaba cuando estaba en el extranjero. Sólo esperaba que no se
tratara de una burda danza estereotipada para el turismo, opción que no
resultaba muy probable en aquella ciudad poco visitada. Seguramente iba a ser
algo auténtico. La tarde prometía.
El museo del Limarí disponía de una fantástica
muestra del crisol de culturas que se habían asentado a lo largo de la historia
en el territorio de la región semiárida chilena, por lo que constituía un punto
de referencia para los investigadores de los grupos allí asentados en algún
espacio temporal de los últimos diez mil años, si bien el grueso de las
investigaciones y colecciones estaban dedicadas sobre todo a los complejos
culturales que vivieron en la provincia desde el siglo II al XVI después de
Cristo, principalmente El Molle y Diaguita. En una de las vitrinas varias
piezas del complejo El Molle se articulaban con la representación de un chamán
participando de una ceremonia nocturna, haciendo de mediador entre el mundo
natural y el sobrenatural, que Catalina imaginó como algo similar a las
ceremonias que seguramente se celebraban en torno de algunos petroglifos. De
hecho, luego supo a través de la lectura de un pequeño letrero, que la
recreación estaba basada en expresiones de arte rupestre encontradas en el
valle del Encanto, un enigmático paraje muy cercano al museo.
Después de una reponedora comida, volvió al museo
para presenciar la representación de músicas y danzas precolombinas, que
resultó fascinante, producto seguramente de una constante búsqueda de
perfeccionamiento en los diferentes ritmos y técnicas de tocar de los antiguos.
El músico Quique Guayacán, incansable en su odisea detrás de las músicas y los
instrumentos sagrados del pasado, interpretó bellas danzas ancestrales junto
con los demás del grupo, espontáneamente, sin bombo, sin buscar el
reconocimiento, sólo agradecido ante la oportunidad de enseñar mostrando,
tocando, moviendo su cuerpo y alma. Un milagro que Catalina no esperaba, y que
superó con creces sus expectativas.
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