10 de enero de 2013

Historias de Tocador (Barcelona Ene 2013)


“Historias de Tocador” muestra que en el Antiguo Egipto y en la Roma y Grecia clásicas, hombres y mujeres ya eran esclavos del culto cuerpo. Desde la antigüedad, ambos sexos trataron de mejorar su aspecto personal, utilizando los recursos que la naturaleza les proporcionaba, y el uso de cosméticos, aceites perfumados, tintes, mascarillas, postizos y pelucas, viene de tiempos lejanos. Se exhiben los ungüentos, perfumes, maquillajes, tintes y joyas que usaban hace siglos y se muestran algunos detalles curiosos, como que en el Egipto de los faraones, y en la Grecia y Roma clásicas, para lavarse utilizaban una esponja empapada en sustancias abrasivas como la raíz de la saponaria, la sosa, o la ceniza de haya o directamente la piedra pómez. Luego se aplicaban aceites para evitar la sequedad de la piel. Depilarse, era ya por entonces un hábito para hombres y mujeres. Formaba parte del proceso de limpieza general y se empleaban pinzas o una especie de cera a base de brea, aceite y una sustancia cáustica. En cuanto al afeitado, los poetas latinos lo describen como un proceso lento, delicado y a veces doloroso y traumático. Y es que, en la Roma imperial no se conocían las cremas de afeitar, ni los suavizantes para navajas. Museo de Arqueología de Catalunya, Barcelona, hasta el 17 de junio 2013.
En la Grecia clásica, las damas (y los apuestos senadores) tenían sus trucos para lucir unos rostros tersos y con apariencia de ser más jóvenes. Las mujeres, igual que ahora se cubren la cara de pepino, se ponían máscaras faciales elaboradas con harina. Por la mañana, cuando se levantaban, se retiraban el mejunje y se limpiaban con leche. En el siglo I a.C., el poeta Ovidio, en cambio, aconsejaba a sus musas que utilizaran mascarillas vegetales. El cuidado del aspecto viene de lejos y es algo común en todas las épocas, según se desprende de la exposición del Museo de Arqueología de Catalunya (Barcelona).
Teñirse el pelo también era habitual. En concreto, en Roma, las canas se disimulaban con el color artificial. Si éste era negro o castaño, era para transmitir castidad y en general se usaban cenizas y grasa animal. Eso sí, la gran revelación para las romanas ricas fue teñirse de rubio para lucir cabellos dorados como las bárbaras de la Germania que tanto seducían a sus maridos y a las legiones del Imperio. Para ello, se aplicaba azafrán, como con el arroz, o grasa de cabra y cenizas de haya. Las pelucas hacían furor y Mesalina, la esposa del emperador Claudio, llegó a coleccionar más de 700, todas ellas rubias. En el caso de los hombres, Ovidio argumentaba que un mal corte de pelo podía estropear un rostro bello. Sobre todo la calvicie, considerada un defecto y que se disimulaba peinando el cabello hacia delante, con postizos, pelucas o aplicando ungüentos.
Además, en la exposición puede verse que las mujeres griegas tenían recetas contra la caspa, mucho antes de que se inventaran los champús milagrosos. La comisaria de la exposición, Teresa Carreras, señala que los grandes pioneros del culto al cuerpo fueron los antiguos egipcios. «Se lavaban todos los días, inventaron la ducha y por higiene se rasuraban la cabeza, ya que fue una época con muchos parásitos. Por ello, para compensarlo se ponían pelucas. Y aunque las pinturas faciales son tan antiguas como el hombre -Carreras dice que ya en el neolítico y casi en el paleolítico se utilizaban- los que les dieron una utilización generalizada como arma de seducción fueron las egipcias. Sin embargo, en un principio, se pintaban los ojos para prevenir las inflamaciones oculares que provocaba el clima ventoso del desierto y para repeler los insectos.

En Grecia y Roma era costumbre pintarse con maquillaje muy vivo y contrastando colores. En Roma se apreciaba tener la piel lo más blanca posible, de ahí que la cerusa o blanco de plomo servía de base de maquillaje. Se pintaban las mejillas, los labios de color rojo y los ojos, con galena o antimonio pulverizado. En cualquier caso, no había que pasarse, porque maquillarse mucho estaba relacionado con la prostitución.
La exposición se estructura en cuatro ámbitos: El cuidado del cuerpo, Ungüentos y perfumes, El cabello y Últimos retoques (maquillaje y joyería). El espacio museográfico, diseñado por el escenógrafo Ignasi Cristià, muestra un juego de transparencias que devuelve al espectador el ideal de belleza del pasado confrontado con el ideal de belleza contemporáneo, y en ese juego descubre que nuestros cánones son similares a los de época clásica.
Cada cultura tiene su ideal de belleza y por esa razón para los griegos, la estética y la ética estaban relacionadas y la belleza estaba simbolizada por una figura seductora, la diosa Afrodita, mientras que en Roma la belleza dejó de ser una cualidad ideal, casi sobrenatural, para convertirse en una cualidad menor, a veces menospreciada. Sin embargo, no por ello los romanos descuidaban su aseo personal: tomaban un baño completo cada nueve días (nundinae), comenzaban la mañana con la limpieza de la cara, los brazos y las piernas, se lavaban los dientes con el dentrificium (polvos a base de nitrum, sosa y bicarbonato) y finalizaban la limpieza general con una depilación, para la que utilizaban pinzas (volsellae).
La exposición inicia su recorrido con el cuidado del cuerpo en un espacio central que insinúa unas termas romanas, en cuyo centro se sitúa el mosaico romano de las Tres Gracias, hallado en Barcelona y que representa a las tres divinidades que formaban parte del séquito de Afrodita, la diosa del Amor.
Presidiendo la exposición como eje vertebrador de dispone la testa femenina conocida como Dama Flavia (siglo I), que presenta el vistoso peinado que puso de moda Flavia Julia, hija de Tito en la Roma imperial. Al lado se puede ver un peinado actual realizado con una peluca por el equipo creativo del peluquero Raffel Pages, que ha prestado algunas piezas de sus más de 7.000 que tiene en el Museo de la Peluquería.
No menos sorprendente, es la escultura púnica con un 'piercing' del siglo IV-III a.C. y un doble ungüentario que conserva en su interior restos del cosmético que contenía y de la espátula que se utilizaba para extraerlo. El producto, analizado en la Universidad Autónoma de Barcelona, está formado por una mezcla de productos minerales -la base típica de cosméticos como el köhl, todavía utilizado hoy para maquillar los ojos-, y de elementos orgánicos como extractos de plantas, pigmentos y grasas animales.
Con el objetivo de establecer vínculos con la actualidad, a lo largo del recorrido expositivo se exhiben piezas modernas como un tocador modernista, una escena de baño de principios del siglo XX, el popular rótulo de las barberías de finales del siglo XIX o una colección de frascos de perfume diseñados por el maestro vidriero René Jules Lalique. La muestra, comisariada por Teresa Carreras, ha contado con la colaboración del Museo de Peluquería Raffel Pages y del Museo del Perfume - Fundación Júlia Bonet de Andorra. Ambos museos han cedido piezas a la exposición y participan en las actividades paralelas a la muestra, como un desfile de peluquería inspirada en la Antigüedad, que se celebrará el 1 de junio de 2013.

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