Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria). Hombre y mujer exhibiendo sus órganos sexuales |
Tal
profusión de iconografía sexual y pagana en los metopas, canecillos y capiteles
de las iglesias románicas del norte peninsular, que hoy podríamos denominar
pornográficas, nos hace preguntarnos
inmediatamente sobre el posible significado de esas curiosas escenas procaces y
obscenas figuras. ¿Qué hacen grotescos personajes, pícaros, contorsionistas, hombres
y mujeres exhibiéndose sexualmente y extraños animales demoníacos, decorando
nuestros templos cristianos? En muchas de las iglesias románicas de nuestro
país, sobre todo Cantabria, Palencia y
Burgos, es habitual contemplar relieves y esculturas de parejas besándose,
copulando, desnudos o mostrando sus miembros sexuales en escandalosas posturas.
El sonrojo aparece en muchos de nosotros, que no nos explicamos qué pueden
estar haciendo ese tipo de escenas sexuales en una iglesia. Y es que mientras
parece que estamos acostumbrados a verlas en el arte de civilizaciones
orientales o antiguas, desde la perspectiva de nuestro mundo nos parece muy
extraño verlas en templos cristianos, más cercanos, ya que consideramos el sexo
como algo que pertenece a un mundo más privado y oculto a los demás. Estas
obscenas imágenes en las que el exhibicionismo y las prácticas sexuales pueden
alcanzar cotas escandalosas, se hallan sobre todos en los muros exteriores de
los templos, pero también en los interiores, como coros, pilas bautismales, en
ciertas miniaturas e incluso en algún tapiz, que acompañan a escenas bíblicas,
a imágenes de guerreros de la propia época, a horóscopos, animales diversos
(reales o fantásticos), cacerías, labriegos en distintas ocupaciones, músicos o
danzarines. Fornicadores, exhibicionistas mirándose entre sí u observando al
espectador, venerables ancianos que se masturban, fogosos amantes besándose o
copulando, hombres desnudos a modo de atlantes, falos solitarios… parecen
extrañas imágenes para decorar una iglesia románica, en plena, oscura y
represiva Edad Media europea. Texto y fotos: Alex Guerra Terra
Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria). Capiteles y canecillos con representaciones de posturas sexuales e imágenes demoníacas |
Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria). Mujer exhibicionista en capitel |
Por tierras cántabras. Una de las paradas
obligadas para un recorrido por toda esta curiosa lujuria románica, es la Colegiata de San Pedro de Cervatos, en
el municipio de Campoo de Enmedio (Cantabria),
y por aquí comenzamos. Construida entre los siglos XII y XVI, el que Cervatos
sea tan rico en testimonios románicos e iconografía erótica, y que la misma
encuentre réplica en otras iglesias del entorno, ha hecho que casi
implícitamente se sugiera que este tipo de decoraciones son una de las
características peculiares del románico de la comarca de Campoo, lo que es una
visión simplista y exagerada, ya que no es algo exclusivo de este territorio. Personajes
en actitudes similares aparecen en otras zonas peninsulares o incluso europeas.
Sin embargo, San Pedro de Cervatos es pródiga en ellos, y por eso recibe al año
miles de turistas atraídos por esta numerosa iconografía obscena que muestran
sus canecillos y capiteles: personajes con el falo erecto, onanistas, escenas
de coito y hombres y mujeres enfrentados mostrándose mutuamente sus órganos
sexuales, son de lo más típico. Un poco más raro, son dos conejos en actitud de
perpetuar la especie, siempre siguiendo el mismo modelo de representación,
donde la mayor variación parece deberse casi a la mayor o menor pericia del
escultor. La buena conservación de estas esculturas, su evidente disposición y
la continua repetición de las mismas escenas, han convertido a este edificio
románico en la mayor referencia del llamado "románico erótico". Sin
salir de Cantabria, podemos aprovechar a hacer una visita a la Colegiata de San Martín de Elines, en
el pueblo de San Martín de Elines
(también construida en el siglo XII pero con posteriores intervenciones hasta
el siglo XVI), donde también se hallan representaciones muy explícitas y
curiosas como el “pensador” que mientras se masturba, se rasca la barbilla en
actitud meditabunda. Sin duda una llamativa figura, reflejo tal vez de una
costumbre, extraña, aunque no lo es menos otra (que al parecer se mantuvo en
Alemania hasta el siglo XVIII) que se conoce como Risus Paschalis mediante la
cual, el día de Resurrección y para demostrar alegría, el clérigo contaba
relatos obscenos a los fieles, haciendo gracias e incluso llegando a
masturbarse delante de ellos, algo que escandalizaba a la gente de orden dentro
de la Iglesia, pero que al parecer tenía aceptación a niveles más populares.
Colegiata de San pedro de Cervatos (Cantabria). Postura sexual y animal demoníaco |
Iglesia de San Salvador (Rebanal de las Llantas, Palencia). Pila bautismal. Serpientes mordiendo los senos de la mujer |
La Palencia románica. Adentrándonos en
nuestra geografía peninsular, seguimos hacia el norte de Palencia, donde son
bastante significativos los motivos sexuales que aparecen en las pequeñas
iglesias de localidades como Matalvaniega,
Cillamayor y Revilla de Santillán. En el exterior de estos tres templos,
son comunes las escenas donde aparece el hombre y la mujer, uno junto al otro,
desnudos, muchas veces asociados a imágenes grotescas, lo que nos puede hacer
pensar que es una admonición contra el pecado. En la pequeña iglesia palentina
de San Cebrián de Mudá aparecen unos
enormes penes, de los pocos ejemplos de representaciones en los capiteles del
interior de estos recintos religiosos. En la Iglesia de San Martín de Tours (Frómista,
Palencia), del siglo XI, considerada uno de los prototipos del románico europeo
y situada en el recorrido del Camino de Santiago, tampoco faltan este tipo de
escenas grotescas o eróticas, y son probablemente de las primeras del románico.
Una muy significativa, es un desnudo restaurado en el siglo XIX, pero creado
muy anteriormente, en uno de los capiteles, que está sin duda sacado de la
representación de un sarcófago romano que se hallaba entonces en Husillos (muy
cerca de Frómista), hoy en el Museo Arqueológico de Madrid, y que cuenta el
mito de Orestes. En la Iglesia de El Salvador,
en Rebanal de las Llantas (Palencia), una pila bautismal de forma
troncocónica que se encuentra en la capilla a la derecha de la iglesia, se
caracteriza por sus representaciones de serpientes mordiendo los senos de las
mujeres, símbolo por excelencia del pecado de la lujuria, que sin embargo, es
una herencia de la tradición clásica, en la que las serpientes bebían de los
pechos de la madre tierra, cambiando su sentido en la Edad Media. También un sirviente y una alcahueta, observan el
acto sexual de una pareja.
Iglesia de San Salvador (Rebanal de las Llantas, Palencia). Pila bautismal. Sirviente y alcahueta observando el acto sexual de una pareja |
Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria) Personaje realizando autofelación en canecillo |
Erotismo en Burgos. Y ya en Burgos, nuestra
última parada en este curioso periplo, vemos en el Monasterio de Santa María la Real (Tórtoles de Esgueva), una
especie de “pensador” que se está masturbando con una mano y con la otra se
acaricia la barbilla en actitud de meditar, muy parecida a la de la Iglesia de
San Martín de Elines de Cantabria. Otras escenas muy llamativas aparecen en
iglesias de los alrededores, como un hombre y una mujer practicando el sexo en
la que el varón aparece vestido con capa y capucha, u otra, en la Iglesia de San Quirce de los Ausines, cerca
de Hontoria de la Cantera (también en Burgos), donde se muestran con
extrema crudeza un hombre presentándose desnudo con el pene erecto ante una
mujer, también sin ropa, y bajo la figura masculina la palabra “io” (yo), que
según Jaime Nuño, uno de los principales investigadores del románico erótico, si
se considerase este comportamiento muy pecaminoso en aquella época, estaría
aceptando su culpa, pero es muy improbable que alguien se incriminara en un
relieve de piedra, muy improbable que alguien, se mostrara tan arrepentido de
su comportamiento, considerando que en aquella época, al contrario de los que
muchas veces se afirma, la sexualidad estaba mucho más integrada a la vida
cotidiana de las personas incluso que en la actualidad, ya que el modo de vida
en pequeñas chozas en las que la intimidad era una utopía, no permitía
esconderse para realizar el coito. La idea de pecado, dependiendo además,
respecto a qué actitudes, sólo se veía por parte de algunas élites, normalmente
relacionadas con la iglesia.
Colegiata de san Pedro de Cervatos (Cantabria) Acto sexual en canecillo |
San Pablo y
el sexo. Si curioso, variado e interesante resulta el recorrido
por todo este repertorio de poses y posturas, igual o más interesante aún es
tratar de explorar sus motivos y significados. Uno de los investigadores que más
ha profundizado en el tema, el historiador Jaime Nuño, puntualiza muy
correctamente que para abordar una interpretación, es necesario conocer los
doctrinarios y penitenciales eclesiásticos de la Edad Media, que están llenos
de admoniciones contra los diferentes pecados, pero con especial inquina contra
la avaricia y la lujuria, de modo que avarientos y lujuriosos se hallan con
especial presencia en las representaciones de los castigos infernales. La
Biblia es prolija en disposiciones acerca de las relaciones sexuales, a las que
considera al menos impuras, condenando abiertamente la homosexualidad y el
bestialismo, práctica esta que castiga incluso con la muerte, a pesar de estar
documentado que a mediados del siglo XII era una de las prácticas más comunes.
Después del libertinaje del mundo grecorromano, se dio un giro de ciento
ochenta grados, y para san Pablo, padre de la doctrina cristiana, el sexo era
pecado. “Ningún lujurioso, impío o avaro ha de heredar el reino de Cristo”,
dice en una de sus cartas. Cuatro siglos más tarde Boecio concluye: “¿Quieres
llevar una vida de placer? Pero, ¿quién no mirará con desprecio la cosa más vil
y deleznable, su propio cuerpo?”, abriendo así de par en par la senda del
ascetismo, la castidad y la renuncia que serán esenciales en el cristianismo.
Sin embargo, el pensamiento de la élite eclesiástica no era el del resto del
pueblo.
Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria) |
La realidad cotidiana. Algunos estudiosos
se preguntan si tales imágenes no serán más bien la expresión de unos
condicionantes de vida típicos de la cultura popular en la que el artista se
desenvuelve, aunque parecería no atreverse a ir más allá. El hombre medieval de
a pie, está más imbuido de la antigua tradición popular grecorromana de lo que
podemos pensar. Para juzgarlo, en realidad sólo disponemos de los escasos
escritos emanados desde las élites eclesiásticas, que parecen expresar lo
contrario, al menos en cuanto a cultura sexual se refiere. Sin embargo los
propios penitenciales recogen también otra serie de prácticas abiertamente
heredadas del paganismo, que el hombre común vivía diariamente y que incluso
llegaba a revestir de religiosidad. Basta leer el Cantar del Mío Cid para ver
la importancia de los agüeros, condenados también por la Iglesia. Por otro lado, para el hombre medieval el
sexo no podía ser algo críptico, escondido, privado, como lo puede ser para
nosotros, entre otras cosas porque la inmensa mayoría de las familias vivían en
humildes chozas divididas por la mitad, con un ámbito para el ganado y una sola
estancia para toda la familia, donde toda la parentela dormía junta y donde la
privacidad sencillamente, era imposible. Por eso tampoco resulta extraño cómo
algunas representaciones del mes de febrero muestran a un hombre y una mujer
calentándose al fuego mientras se enseñan mutuamente sus partes. El sexo
formaba parte de la vida cotidiana, y así se representa. Sin más.
Iglesia de San Martín de Tours (Frómista, Palencia) |
La mujer: amenaza constante. Sin embargo a nivel
eclesiástico la exaltación de la continencia sexual, siguiendo el ejemplo de
Cristo tal como se relata en los cuatro evangelios canónicos, es una constante
en los escritos que emanan desde las élites. En pleno período románico, expresa
Bernardo de Morlaas: “Abismo de sensualidad, instrumento del abismo, boca de
los vicios, no retrocede ante nada y concibe de su padre y de su hijo. Mujer
víbora, no ser humano, sino bestia feroz. Mujer pérfida, mujer fétida, mujer
infecta”. La mujer era vista como un ser débil, sensual, lujurioso, la
incitadora, la gran amenaza que llevaba al hombre a tener conductas
pecaminosas. Incluso en las Partidas de Alfonso X se dice claramente que
“castidad es una virtud que ama Dios y que deben amar los hombres”. Acompañando
a este ideario, en la práctica, por ejemplo, se intentan regular también los
días en que dentro del matrimonio, el único estado en que es permitido, puede
haber contacto sexual entre los cónyuges, y se hace con tal severidad que
Oronzo Giordano ha llegado a calcular que, bajo ciertas circunstancias, podía
haber más días de prohibición que los que tiene un año. Y es que ya había dicho
Gregorio de Tours, allá por el siglo VI: “los monstruos, los tullidos, todos
los niños enclenques son, como bien es sabido, concebidos el domingo por la
noche”.
Colegiata de San Martín de Elines (Cantabria) |
Iglesia de San Martín de Tours (Frómista, Palencia) Aquí los desnudos imitan los de las fuentes clásicas |
Condena a posturas sexuales. Los penitenciales
eclesiásticos condenan ciertas prácticas sexuales, especialmente la sodomía,
pero también casi todas las posturas amorosas, puesto que se entiende que no
van orientadas a la estricta procreación, sino al lascivo goce. Incluso la
legislación civil entra en estos campos de las relaciones entre hombres y
mujeres, donde, curiosamente, el estamento eclesiástico suele estar muy
presente como sujeto activo. Es sabido que cuando algo requiere legislación es
porque el supuesto delito se comete con cierta frecuencia. ¿Por qué, si no, iba
a tener el Fuero de Sepúlveda un artículo titulado “Del que se asiere a teta de
mujer”? Penitenciales y códigos civiles en realidad constatan hechos, e incluso
a veces llegan a aceptar con benevolencia ciertas prácticas consideradas
pecaminosas. No faltan los investigadores que consideran a estas
representaciones una especie de chiste fácil, una manifestación del humor
popular de la época, aseverando que seguramente, en ese período del medievo
existía una cierta permisividad por parte de la autoridad religiosa. Suponen
que era fácil que cuando un obispo veía estas imágenes eróticas, se encogiera
de hombros y lo atribuyera a una actuación burlesca que tenía que soportar.
Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria) |
Lujuria en el templo. Teniendo en cuenta
todos estos antecedentes, es muy difícil ofrecer una explicación coherente y
demostrable a la presencia de una iconografía de marcado carácter sexual en el
arte románico cristiano, y que en cierto modo pervive en época gótica. Puede
parecernos incluso un jocoso juego de humildes canteros, que dejan libremente
su impronta popular en los rincones más recónditos de algunos templos, opinión
manifestada por algunos investigadores, y una de las más aceptadas para esta
irreverente presencia. Claro que entonces resultaría bastante complicado
explicar por qué algunas de las escenas más llamativas se encuentran en importantes
iglesias monásticas, donde cabe suponer un mayor control, o, por qué figuran
por ejemplo, en el famosísimo Tapiz de Bayeux, que decoraba los muros interiores
de una gran catedral y que fue elaborado directamente por las mujeres de la familia
del duque de Normandía, Guillermo, para conmemorar su conquista de Inglaterra.
Y difícil de entender sería igualmente el contenido de ciertas canciones
escritas, y reconocidas públicamente por Guillermo, duque de Aquitania, uno de
los estados más importantes del momento, en las que sin tapujos habla de sus
correrías sexuales o expresa reflexiones tan llamativas como “Señor mi Dios,
que eres caudillo y rey del mundo, ¿cómo no cayó fulminado quien primero vigiló
el coño?”.
Colegiata de San Martín de Elines (Cantabria) |
¿Estímulos procreadores o condena al sexo? Otras teorías
sostienen que estas imágenes son una incitación a procrear, por la necesidad
permanente de repoblación (tal vez contra los musulmanes), pero en realidad el
problema no era la falta de nacimientos, sino la supervivencia de los niños ya
que, aunque los datos son muy escasos y las conclusiones controvertidas, se
estima que al menos un 35% no alcanzaba los diez años de edad, y cuatro de cada
diez menores no superaban el primer año. Sin embargo una de las teorías más
divulgadas y aceptadas es que tales imágenes eran una abierta condena de
prácticas pecaminosas y que por tal motivo se hallan en el exterior de los
templos, trasunto de la vida terrena, estando ausentes en el interior, donde
habita lo divino. Pero esto tampoco es tan exacto, pues por ejemplo, en la
iglesia cántabra de Villanueva de la Nía, una mujer exhibicionista mira a los
feligreses desde el arco triunfal y otra al sacerdote, mientras que en
Santillana del Mar, también dentro del templo de esta importantísima colegiata,
hay una clara escena en que la mujer acaricia el pene de descomunales
proporciones de su amante. Probablemente esta supuesta condena del pecado, más
produce curiosidad por el vicio, que respeto por la virtud.
Interior de la Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria) |
Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria) Acto sexual en canecillo |
Vuelta al oscurantismo. En definitiva, la
población civil medieval no era tan mojigata como creemos. Fue sobre todo a
partir del siglo XV, cuando los hogares empiezan a tener más habitaciones y la
privacidad es posible, que las cosas comienzan a variar. Si a ello le sumamos
el calado que va tomando la paciente, punzante labor de la Iglesia imponiendo
sus doctrinas, mejor divulgadas ahora con esa gran herramienta que es la
imprenta, nos encontramos con un retroceso en aquellas prácticas liberales del
medievo. A mediados del siglo XVI, tanto la Reforma como la Contrarreforma
inciden en la importancia de la castidad y la vigilancia del pecado, y
será a partir de entonces, cuando los últimos rescoldos de la cultura
pagana tradicional desaparecerán por completo. Aún recuerdan algunos, cuando en
pleno siglo XX los párrocos animaban a los niños del pueblo a destrozar a
pedradas aquellas impúdicas y groseras esculturas. Herederos de la
Contrarreforma somos, y con nuestros ojos, es que intentamos entender el motivo
de aquellas viejas representaciones medievales. Al acercarnos a ellas,
deberíamos mantener la distancia que separan los 800 años desde que fueron
colocadas en estos lugares. No podemos juzgar a los maestros que construyeron
los edificios románicos con nuestra mentalidad, porque el hombre medieval no
tenía los mismos sentimientos y tampoco existe una constancia plena de lo que
pensaba el pueblo. Para facilitar la comprensión de esta dicotomía de
mentalidades, es como si juzgáramos una escena medieval de caza del oso con
nuestros ojos actuales. ¿Era la caza del oso algo condenado, un delito
ecológico en la Edad Media? La respuesta es no, y lo mismo sucede con otras
representaciones de escenas de la vida cotidiana, incluidas las eróticas. Traspasando fronteras. Hay que
reconocer cierta preferencia por este tipo de representaciones entre los antiguos
escultores del norte peninsular. Hoy las conocemos repartidas con mayor o menor
intensidad por toda esta área, al menos desde Zaragoza hasta Portugal, pasando
por Segovia. Sin embargo, esta inclinación se extiende también por el resto de
España, Francia, Irlanda, Gran Bretaña, Italia (donde incluso aparecen
representaciones eróticas en coros) o Alemania. En las islas británicas, la
recurrente imagen de Sheela Na Gig, que podemos traducir, o al menos se ha
traducido, como “fea como un pecado”, es una representación más o menos
habitual en el románico, y la verdad, que es fea como un pecado: una especie de
mujer (por decir algo), abriéndose el sexo con unas manos que más que manos son
garras. Podría tener cierta vinculación con lo celta (entendido como cultura
prerromana), aunque no está probado todavía, y, salvando las distancias
geográficas y formales, podríamos equipararla con algunos exhibicionistas de
los que se ven en iglesias de Campoo.
Colegiata de San Martín de Elines (Cantabria) |
El liberal mundo grecorromano. Frente a la
liberalidad del mundo de la Grecia y Roma antiguas, sociedades muy tolerante
con el sexo en las que los falos se llevaban como colgante o aparecían como
indicativos viarios, donde escenas hetero y homosexuales decoraban estancias o
aparecían frecuentemente en los candiles de cerámica, y donde se celebraban
fiestas orgiásticas de alto contenido erótico, consagradas a dioses lúbricos
(Pompeya es un claro ejemplo de ello), la tradición judía es mucho más casta y
de ella bebe san Pablo, el máximo exponente de la primitiva doctrina cristiana.
En la plástica románica, aunque también en la gótica, se mantienen iconos
heredados del mundo antiguo tanto grecorromano como ibero, como atlantes,
sirenas, personajes masturbándose o el propio falo, símbolo profiláctico en
muchas culturas, que sigue presente en templos cristianos medievales, a veces
como única decoración en todo el edificio, incluso en el interior. La gente común de la época. La gente no
era, como frecuentemente se afirma, tan religiosa, ni tan reprimida, ni estaba
tan pendiente de los asuntos divinos como se cree, sino todo lo contrario. Tenía
un espíritu muy lúdico, y además, el modo de vida de la época, en pequeñas
chozas sin apenas intimidad entre los integrantes de la familia, dejaba el sexo
como una práctica para la que no era posible esconderse. El sexo en el tiempo. Nos sorprende sobremanera encontrar este
tipo de representaciones en contextos religiosos de nuestro arte románico, pero
lo cierto es que tanto en Egipto, como en India, Nepal, Japón, China, Persia o
algunas culturas de la América Precolombina, ya se relacionaba el arte erótico
con la religión. Hinduismo, taoísmo y budismo han reflejado el sexo en sus
manifestaciones artísticas, por no decir que esto ya sucedía desde los albores
de la Humanidad, como podemos interpretar a partir de las esculturas de las
venus neolíticas. En realidad, las imágenes sexuales no estuvieron prohibidas
en ningún punto del planeta, hasta 1857. El concepto de pornografía como algo
pernicioso y de mal gusto no aparece hasta que la Europa Victoriana se muestra
como una sociedad casta y recatada, que esconde los primeros descubrimientos de
las excavaciones de Pompeya.
Me encanta, Alex.
ResponderEliminarTodo lo que escribes es tan interesante...
Un beso.
Gracias Aiko por leerme y estar siempre ahí. Un abrazo, espero verte prontito :)
EliminarHola Alex: Estuve hace poco en Cervatos y estoy preparando una entrada en mi blog Cienleguasalaredonda. Si no tienes inconveniente voy a poner un enlace a esta entrada pues me parecemuy interesante y relacionado con el tema. Tan solo se trataría de poner un enlace directo al artículo, no de copiar ninngún tipo de material. En el caso que no estuvieras de acuerdo lo retiraría.
ResponderEliminarSaludos Elías Arana (Elcoso) rnnvrr@gmail.com
Oh, eso explica en buena medida la perversión al interior del clero romano.
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