26 de febrero de 2017

El Sahara: Ergg Chabee Merzouga (Marruecos, Feb 2017)

Uno de los tantísimos artistas que se enamoraron del encanto y las arenas marroquíes fue el novelista estadounidense Paul Bowles (1910-1999). La mayor parte de sus novelas y relatos tienen a Marruecos como escenario y muestran la lucha de poder entre el urbanismo occidental y la vida en los desiertos africanos. Aunque he leído por ahi que fue muy criticado porque nunca abandonó su mirada colonialista para con los locales, su libros y las películas realizadas sobre los mismos, a mí me han fascinado… “El cielo protector” (1990), la más célebre, es un deleite para los sentidos, llena de hermosas imágenes del desierto, pero ninguna se compara con el hecho de estar allí, levantarse y ver el hermoso amanecer en medio de los más absolutos silencio y soledad. “Nadie que haya pasado un tiempo en el Sáhara es el mismo que cuando llegó (…) Aquí, en este paisaje enteramente mineral iluminado por estrellas como llamaradas, hasta la memoria desaparece; no queda más que la propia respiración y el sonido del corazón latiendo. Se inicia en el interior de uno un extraño proceso de reintegración, en ningún modo agradable, y se puede elegir entre luchar con él e insistir en continuar siendo la persona que uno siempre fue, o permitir que siga su curso.” “El cielo protector” (P. Bowles). Nada más que añadir…


La serenidad de los hombres del desierto no es un mito… qué maravilla… y la ceremonia en la que consiste un quehacer tan sencillo como el hacer té, qué deciros :) Suelen decir… “El primer vaso es amargo como la muerte, el segundo es dulce como la Vida… el último muy dulce como el Amor.” Dicen ellos que lo que realmente importa no es el contenido del vaso, sino el contenido de la conversación mantenida alrededor del fuego. Ya no me cuesta creer que mientras esperan que el agua hierva, reciten un poema como el que sigue: “Un corazón que bulle de amor/ Hoy mi corazón bulle como un incendio/ Si tú quieres puedes poner un bol de agua a hervir / Tú puedes cortar un brazalete de plata con él.” Es cierto! Son seres muy románticos y mágicos… Nuestra experiencia en el desierto ha sido lamentablemente muy corta y nos han quedado ganas de más. Mucho más… Así que toca volver un día… Después de casi dos horas de travesía por el desierto montando en nuestros camellos (solos mi hijo y yo con un guía beréber adolescente), llegamos al atardecer a nuestra jaima, que no era nada parecida a lo que me imaginaba. Era mucho mejor! Allí nos esperaba Hassan con té y frutos secos en una mesa a lo alto de una duna, el sol poniéndose, el cielo oscureciendo, las estrellas asomando, y ese hombre sereno hablando con una perpetua sonrisa en sus labios. Nosotros estábamos cansados y hacia bastante frío, así que nos fuimos a dormir temprano ya que queríamos madrugar al día siguiente y deleitarnos con un amanecerán el desierto. Ver la jaima fue una enorme sorpresa, porque disponía de todas las comodidades de un hotel en medio de la nada… Camas con mullidos nórdicos, pica para lavarse, ducha y hasta un váter. Algo que por una noche no es imprescindible, pero que si vuestra estadía se alarga a más de tres o cuatro días, es altamente recomendable!


El amanecer al día siguiente espectacular… Esperamos al sol sentados en la arena, e hicimos algunas fotografías… y lo mejor: nos esperaban con un exquisito desayuno en lo alto de la misma duna. Simplemente bello. Y para finalizar mi relato deseo transcribir un proverbio del desierto que me encanta: Dos amigos caminaban en el desierto y en algún momento comenzaron a discutir y uno dio una bofetada al otro… su amigo afligido, pero sin decir nada, escribió en la arena: “hoy mi mejor amigo me dio una bofetada”. Siguieron andando hasta que encontraron un oasis, donde decidieron tomar un baño. El amigo que había sido abofeteado, estuvo a punto de ahogarse, pero el otro le salvó. Después de restablecido, escribió en una piedra: “hoy mi mejor amigo me salvó la vida”. El que había dado el golpe y luego salvado al amigo preguntó: “Cuando te lastimé escribiste en la arena y ahora lo haces en una piedra. ¿Por qué?” Él respondió: “cuando alguien nos lastima debemos escribirlo en la arena donde los vientos del perdón pueden borrarlo. Pero cuando alguien hace algo bueno por nosotros, tenemos que hacerlo en piedra, donde ningún viento pueda borrarlo”. ¡Aprende a escribir tus heridas en la arena y grabar en piedra tus alegrías! No es precioso? Luego del desayuno preparamos nuestros bártulos para realizar la travesía en camello de vuelta a Merzouga, donde visitamos el “pueblo delos negros” y disfrutamos de un pequeño concierto de música gnawa, un género que representa antiguas canciones y ritmos espirituales islámicos del norte de África, con origen en la época de esclavitud, combinando poesía ritual con música y danza tradicionales en los que se repiten las mismas frases una y otra vez con la finalidad de provocar el trance.


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