Texto: Alex
Guerra Terra. Fotos: Miguel Bernabé. Ubicado en una pequeña elevación de la
vega antequerana, próxima a la ciudad de El Torcal, se erige el magnífico
conjunto megalítico de Antequera, quizá el más impresionante de Europa, y hasta
del planeta, y uno de los más antiguos, con 5.800 años. ¿Pero qué son los
dólmenes de Antequera? ¿Santuarios, tumbas, monumentos astronómicos, todo a la
vez? La respuesta trae de cabeza a arqueólogos de todo el mundo, y aún no
existe un consenso sobre cómo atravesar esa neblinosa barrera que nos impide
rastrear las huellas perdidas en el tiempo y ver qué ocurrió más allá de las
imponentes piedras.
Dolmen de Menga |
Peña del Indio |
Al entrar en el complejo y echar un primer
vistazo al conjunto, nos causa verdadera impresión su descomunal escala
constructiva.
Muchas sociedades antiguas han construido enormes megalitos en períodos y
sitios muy distintos. El Templo Hal-Saflieni de Malta al sur de Sicilia,
Stonehenge en Inglaterra y Newgrange en Irlanda, son sólo algunos de los
ejemplos más conocidos de Europa. Pero la peculiaridad de los de Antequera
radica en que éstos destacan sobre todo por dos elementos trascendentales. Por
un lado, sus dimensiones. ¿Cómo lograron aquellos hombres trasladar bloques de
piedra de hasta 180 toneladas? A pesar de las explicaciones ofrecidas hasta
ahora, e incluso experimentos reproducidos con sistemas informáticos,
personalmente es algo que simplemente escapa a mi entendimiento. El logro de
desplazar estos portentosos bloques en el Neolítico, cuando la tecnología era
aún muy rudimentaria, me hace imaginar al menos, si es que es posible, una
férrea voluntad de hacer algo que sin lugar a dudas, debía relacionarse con el
mundo simbólico, mágico y religioso. Sólo basta observar el entorno para
imaginar que el lugar era, en efecto, un sitio de gran significación para sus
habitantes. Por otro lado, me sorprende sobremanera que cada uno de los tres
dólmenes que integran el conjunto (Menga, Viera y El Romeral), posee no sólo
una orientación diferente a
la del resto de conjuntos megalíticos, sino que además cada uno tiene su
extraña singularidad, relacionada con orientaciones tanto geográficas como
astronómicas, probablemente usadas en ritos iniciáticos y de fertilización que
se realizaban en el interior de sus recintos. Recintos que sirvieron para
guardar los restos funerarios de los habitantes de la comunidad, acompañados de
sus ajuares, y en ocasiones de sus perros, con una finalidad que de momento no ha
podido ser explicada satisfactoriamente. Pero estas construcciones eran mucho
más que tumbas.
Dolmen de Menga |
Observatorios
astronómicos. Después de
un primer vistazo, sigo adentrándome en el recinto para descubrir cada una de
estas impresionantes estructuras, todas completamente diferentes entre sí y con
diversas orientaciones, mientras procuro responderme a algunas preguntas. Antiguamente,
cuando se establecía una orientación a un equinoccio o un solsticio, se recogía
la manifestación de una divinidad celeste en determinado momento del año,
aunque la funcionalidad práctica también era importante. El comienzo de las
épocas de la cosecha, la siembra, o la captura de determinadas especies cuya
aparición seguía patrones estacionales, eran momentos perfectamente reflejados en
los movimientos del Sol, la Luna y las estrellas, que los antiguos
identificaban perfectamente y reflejaban en la orientación de sus monumentos. Pero con un simple paseo matinal yo no podía comprobarlo, así que mis
observaciones, se centraron en las investigaciones realizadas por los
científicos, quienes reconocieron hasta cuatro alineamientos distintos en la
necrópolis antequerana: dos de carácter geográfico (Menga-La Peña de los Enamorados
o del Indio y El Romeral-El paraje de El Torcal) y otros dos de carácter
astronómico (Viera-equinoccios de primavera y otoño y El Romeral-solsticio de
invierno). En definitiva, el binomio Menga-Viera cuenta con un alineamiento
geográfico y otro astronómico, mientras que en El Romeral se dan ambos tipos de
alineamiento en un solo edificio. Pero, ¿por qué esta orientación, y no otra?,
y sobre todo, ¿por qué la orientación al orto solar sólo se da en Viera y no
ocurre igual en sus homólogos? En este sentido, según la teoría aceptada, los dólmenes estarían orientados hacia
el amanecer del día en que comenzaron a construirse, y fija unas orientaciones
concretas para Antequera. Tras varios estudios, y a pesar de que algunos
arqueólogos prefieren ofrecer explicaciones ritualistas convencionales, los
expertos llegaron a la conclusión de que su fin no era la observación de un orto solar
determinado, sino que, en momentos puntuales del año, la luz del astro rey inundara
el reino de los muertos, en el interior de los sepulcros.
Dolmen de Menga |
Menga
y la Peña del Indio. Menga
mira hacia el noreste, a la poderosa Peña de los Enamorados, o del Indio, una
montaña cuya forma recuerda un rostro humano a la que probablemente el hombre
prehistórico dio un halo ritualístico, sagrado o mágico, lo que es resaltado
aún más por dos elementos: las enigmáticas figuras aún no descifradas que se
hallan grabadas en la pared rocosa de la entrada al dolmen, símbolos de
rituales y ceremonias mágicas, y las pinturas rupestres de la cueva que se
halla en el cerro. Entrar al dolmen de Menga es como transportarse a tiempos
pretéritos de hombres fuertes y poderosos. Una de las cumbres de la
arquitectura adintelada de la Prehistoria europea, sobresaliente por sus
grandes dimensiones, es quizá el más imponente de todos, tanto por su espacio
interior como por las losas empleadas, de hasta 180 toneladas. Fue el primero
en ser descubierto por Agustín de Tejada
(1587) y estudiado por Rafael Mitjana (1847). El corredor de entrada ya
nos sobrecoge con cuatro inmensos ortostatos a la izquierda y otros tantos a la
derecha, cubiertos con gigantescas losas. Realmente imposible de imaginar cómo
llegaron allí. Luego, una ligera discontinuidad marca el paso hacia la gran
cámara funeraria, en la cual llaman la atención tres enormes pilares, un
recurso constructivo excepcional en el megalitismo europeo. Detrás del tercero,
se localiza un extraño pozo excavado en la roca, de 19,50 metros de profundidad
y 1,50 de diámetro. Pregunté a mis acompañantes, que ya habían estado en
el sitio, la función del mismo, pero no conocían la respuesta. Por lo visto, la
explicación a este profundo hoyo perfectamente cilíndrico, todavía no ha podido
ser resuelta, ya que se trata de un elemento extraño a la arquitectura megalítica.
Podría ser coetáneo a Menga, según algunas hipótesis, pero no se sabe a ciencia
cierta porque ya había sido excavado en 1847, antes de las excavaciones más
modernas. Según algunas cronologías extraídas de muestras de carbón (3790 a. C.
y otra de 3730 a. C.), se supo que Menga había sido construida más de mil años
antes de lo que se creía hasta aquel momento. Es pues tal vez, el más antiguo de
Europa.
Dolmen de Viera |
Equinoccio
en Viera. Viera es bastante más modesto que Menga, y también más
reciente. Según los expertos, pudo construirse en torno al año 2000 a.C. Es un
sepulcro de corredor con un largo pasillo de 19 metros de longitud, segmentado
en dos tramos por una puerta. Junto con el de El Romeral, fue descubierto y
estudiado medio siglo más tarde que el de Menga, por Antonio y José Viera (1903-1905).
El equinoccio, vocablo que proviene del latín aequinoctium, o noche igual, es el fenómeno que se produce los dos
días del año en los que el día y la noche duran lo mismo al discurrir sobre el
ecuador la eclíptica o el camino diario que dibuja el Sol en la bóveda celeste.
Marcan el inicio de la primavera y el otoño, y es entonces, dos veces al año,
cuando la luz del astro rey inunda el interior del dolmen de Viera. Quería ver
este espectacular acontecimiento, que tiene lugar a eso de las ocho de la
mañana en primavera y que sólo vuelve a verse con la llegada del próximo otoño,
un poco más tarde. En los amaneceres equinocciales, el sol se alinea con el
corredor del monumento megalítico y su luz penetra directamente en el interior.
Así lo presencié, e imaginé que en un pasado remoto, milenios antes, tal vez
los cuerpos de los muertos que allí yacían, eran bañados por el Sol durante
esos escasos minutos del equinoccio. Un espectáculo que se me antojó algo
morboso para nosotros, y para el que los expertos aún no ofrecen una
explicación lógica.
Tholos de El Romeral |
Solsticio en El Romeral. Existen dos momentos
del año en que el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo, dos
momentos en que la duración del día o de la noche, son las máximas del año: los
solsticios, del latín solstitium, o
lo que es lo mismo, sol quieto, de verano e invierno respectivamente. El tholos de El Romeral, que se diferencia
de los otros del conjunto por el empleo de mampostería en paredes y bóvedas, en
lugar de lajas, y sus cubiertas, que constituyen los mejores ejemplos del
empleo de la técnica de la falsa cúpula en la Prehistoria de la Península
Ibérica, es un ejemplo de este diálogo permanente del Hombre con el Universo, y
específicamente, con nuestro astro rey, el Sol, en invierno. ¿Astronomía o astrología? Hablamos de astronomía, y consideramos a los antiguos
habitantes de este lugar perfectos conocedores del cielo, lo cual es cierto,
pero… algunas exageradas interpretaciones parten de un error común: afirmar que
el interés científico está detrás de estas curiosas orientaciones, extrapolando
nuestra propia visión, a la de nuestros antepasados. Debemos intentar comprender
que los antiguos habitantes antequeranos, tenían más que una curiosidad astronómica,
un interés astrológico. Las culturas prehistóricas tenían un pensamiento mítico,
animista. El tiempo no era percibido linealmente como lo hacemos nosotros, sino
de forma cíclica. Tal circunstancia explica que la percepción de los acontecimientos
estuviera determinada por lo repetitivo y lo recurrente, más que por lo novedoso,
cambiante o histórico. Dentro de esta forma de percepción, los ciclos astrales,
que son muy evidentes, no pasaron desapercibidos para el hombre antequerano de
hace milenios. En ningún caso, el conocimiento de estos principios astrales y
de otros muchos observables en la naturaleza, debía resultarles extraño. Ellos
probablemente se preguntaban: ¿qué representa esto para mí? o, ¿esto es bueno o
malo para mí o para nosotros?, muy distintas a las preguntas del pensamiento
científico, que nos hacemos hoy en día: ¿qué es esto, y por qué es así? En
ellos había un interés astrológico, más que astronómico. Se preguntaban ¿cómo
me pueden favorecer los movimientos y desplazamientos de los astros?, y no ¿qué
son o por qué se mueven los astros?
Tholos de El Romeral |
Extraños rituales funerarios. Lamentablemente en
el interior de los dólmenes ya no yacen los restos funerarios, lo que sin duda
nos ayudaría a imaginar el verdadero aspecto del lugar en su época de
esplendor. Ni siquiera en las excavaciones se han podido rescatar prácticamente
restos funerarios y ajuares asociados, pues cuando fueron hallados y
estudiados, ya habían sido profusamente expoliados en el pasado. Pero el
carácter repetitivo de los rituales funerarios megalíticos, y algunos restos
hallados en Antequera, permiten formarnos una idea de cómo podrían haber sido
en aquel lugar. Observo el suelo. Allí, los cadáveres eran depositados en
posición fetal directamente sobre la tierra de las cámaras construidas para esa
función, y no se descarnaban, ni inhumaban, ni incineraban previamente a su
deposición en el interior del sepulcro, donde se colocaban dispersos o incluso
amontonados descuidadamente, acompañados de objetos que configuraban el ajuar
del difunto, y en ocasiones, de perros. La deposición continuada de cadáveres
hacía que no fuera infrecuente que éstos pudieran aparecer ocupando parcial o
totalmente los corredores, lo que debería resultar una visión realmente grotesca.
Este tratamiento de los cadáveres, puede parecer algo irrespetuoso a nuestros ojos
actuales, pero la compleja concepción de la vida y la muerte de aquellos
tiempos, no nos permite, seguramente, formular una opinión objetiva al
respecto. No obstante, es cuanto menos extraño, que no se practicara un ritual
más complejo para preparar y depositar los cadáveres, aunque probablemente, su
presencia dentro de los sepulcros de corredores segmentados con puertas y
cámaras secundarias, correspondían a rituales iniciáticos o de tránsito, que
hasta hoy en día resultan un misterio.
El Romeral |
Función
de los dólmenes. Templos
para ritos de iniciación, grandes mausoleos, observatorios astronómicos, ¿o
todo a la vez? No lo sabemos exactamente. Pero antes de mi partida, me quedo
absorta observando con detenimiento y apertura de espíritu, las imágenes que el
tiempo inexorable fue dejando impresas en las piedras, para intentar atisbar,
aunque sea sólo en parte, la enigmática existencia de esos hombres y mujeres
que hace más de cinco mil años, encontraron soluciones a inconmensurables
preguntas existenciales. Como dijo Edwin C. Kupp (“En la búsqueda de la
astronomía de la antigüedad”, 1978): “Si podemos extraer de los megalitos,
centros ceremoniales o templos, alguna evidencia de la observación de los
distintos tipos de obvios e importantes
fenómenos que aquí se han discutido,
podremos adquirir cierto discernimiento de las necesidades y de la evolución de
la mente humana.” En mi opinión, aún habrá que esperar varios amaneceres, y
será el tiempo quien poco a poco nos irá otorgando pistas sobre todas las
incógnitas que rodean nuestro Universo.
Dolmen de Viera |
¿Qué
es arqueoastronomía? La arqueoastronomía es la disciplina
científica que estudia la orientación astronómica de los monumentos antiguos,
las prácticas astronómicas de las culturas antiguas, su relación con los
cielos, sus mitologías, religiones y cosmologías. Esa inquietud por las
estrellas nace desde muy antiguo, desde el inicio de la Historia del Hombre. La
visibilidad de la bóveda celeste era, antiguamente, perfecta, no como ocurre
actualmente que la contaminación lumínica no lo permite, y el conocimiento de
la misma, era de vital importancia para los pueblos antiguos. Lo que para
nosotros es aparentemente una simple alineación solar, lunar o estelar, esconde
un mundo de magia, ritualismo y religiosidad de carácter abstracto y por tanto
difícil de comprender, que está presente en todas las civilizaciones antiguas.
Veían en las estrellas la respuesta a muchas de sus preguntas existenciales,
sirviendo de justificación para la orientación de templos y monolitos. Como en
todas las ciencias que estudian el pasado, la arqueoastronomía está sujeta a
una posible deformación histórica. Por lo tanto, es necesario desprenderse de
las opiniones del presente, para realizar un análisis desde la perspectiva de
quienes vivieron en tiempos remotos. Lo que nosotros podríamos interpretar como
magia o ritos, para ellos era su única forma de vida, lo que guiaba numerosos
aspectos de la misma. Era su ciencia, su realidad.
Dolmen de Viera |
¿Alineaciones
casuales o intencionadas? Trazar
una orientación no era algo tan complejo, y tampoco son tan precisas como se
cree. El desplazamiento del Sol es reducido, por lo que un monumento orientado
hacia un fenómeno astronómico relacionado con el mismo, estará orientado
durante casi un mes hacia ese fenómeno. Las alineaciones equinocciales son más
precisas y complejas porque el movimiento del sol en estas épocas es más
acelerado. ¿Pero hasta qué punto no será todo producto de la casualidad? La
arqueoastronomía choca con varios problemas para su estudio y su credibilidad,
ya que muchos cálculos no se han realizado sobre el terreno, y sólo se ha
tenido en cuenta el horizonte astronómico (no el natural), sin tenerse además
en cuenta los movimientos y cambios propios de las estrellas (el cielo ha ido
cambiando). Por lo tanto, muchos resultados que en un momento pudieron resultar
atractivos, luego han resultado erróneos. Diferenciar lo que es una alineación
casual de una intencionada, es el mayor desafío al que se enfrentan los
investigadores de la arqueoastronomía, con estudios que más que hallar nuevos
monumentos supuestamente alineados a fenómenos astronómicos, se dirigen a
encontrar modelos repetitivos en alineaciones, para demostrar que no es algo
casual, sino intencional. La leprosa
Dominga. El origen del nombre de Menga se remonta al siglo XIX cuando
Rafael Mitjana creyó que provenía de Men-Lac’h, “piedras sagradas” en celta;
pero más tarde Trinidad de Rojas propondría su origen en las leyendas populares
del siglo XVI que hablaban de una desgraciada mujer leprosa llamada Menga o
Dominga, quien tras la muerte de su marido, se trasladaría a vivir al interior
del dolmen, donde moriría abandonada.
Artículo relacionado: Encuentro en Antequera (Málaga, España Set 2012)
parece mentira que cuanto más antiguo es el dolmen, más grandes son las piedras que lo componen (en Menga hasta 180 toneladas.) Cómo las moverían estas tribus rupestres. Eran de los de burro grande ande o no ande, o eran más avanzados los habitantes más antiguos. También pudiera ser que la población se redujera drásticamente, pues para mover 180 TM sin tecnología harían falta centenares de hombres.
ResponderEliminarPues es todo un misterio, Martín. La historia oficial explica su transporte con la fuerza bruta de cientos de hombres, pero a mí siempre me inquieta la posibilidad de un conocimiento que se ha perdido en algún momento de la historia humana...
EliminarMuy interesante Alex...podemos llegar a entender casi todo del mundo antiguo: modo de vida, rituales, aspectos que analizas con gran solvencia... pero su facilidad para mover grandes moles de piedra, con un tonelaje que hoy dia seria dificil, aun se nos escapa al entendimiento y no solo en el Neolítico, sino mucho más cerca en el tiempo, como puede ser Egipto o el mundo romano. Sin duda tenían una gran habilidad, que desconocemos
ResponderEliminarOh, gracias Nacho, no había visto el comentario. Tengo un fallo en el sistema, que no me notifica de los comentarios en el blog. Un abrazo!
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