24 de febrero de 2017

Marrakesh, “la hija del desierto” (Marruecos, Feb 2017)


Mezquita Koutobia. Plaza Jemaa el-Fna
El nombre de Marruecos proviene de la denominación beréber para Marrakesh, Marakush (del idioma de los beréberes, el amazigh, “amur akush”, o “tierra de dios”) y en algunos idiomas como persa y urdu, aún se conoce al país con este nombre. Fue después que el país recobrara su independencia de Francia y España, que pasó a llamarse oficialmente al-Mamlaka al-Magribiyya (Reino del Magreb). Uno de los tantísimos artistas que se enamoraron perdidamente del encanto marroquí fue el genial novelista, cuentista y poeta estadounidense Paul Bowles (1910-1999). La mayor parte de sus novelas y relatos tienen Marruecos como escenario y muestran la lucha de poder entre el urbanismo occidental y la vida en el desierto. Aunque he leído por ahí que fue muy criticado porque nunca abandonó su mirada colonialista para con los locales, su libros y las películas realizadas sobre los mismos, a mí me han fascinado… subyugada por sus universos remotos, por su indagación en las diferencias (que personalmente he podido percibir en este viaje), por sus peregrinaciones en busca de calma y de sentido, por su manera tan especial, tan distante, de mirar al mundo sin llegar a implicarse del todo, por su voz diáfana. Una voz capaz de llegar al corazón de las cosas sin rodeos, provocando un suave aleteo de melancolía, una dulce y envolvente tristeza, un sentimiento de fragilidad y de pérdida, de soledad e insignificancia ante la grandiosidad del universo, pero también dispuesta a atrapar la energía estimulante de los despertares, de lo recién descubierto (oh! lo recién descubierto, esa sensación)…  giros inesperados, divertidos, ante situaciones cómicas (a veces no tanto), nacidas de las distancias entre las culturas y las personas. 
Mall Menara, Hivernage. Marrakech
Ali Ben Youssef Medersa
Marrakesh, habitada desde el Neolítico por beréberes (su nombre probablemente proviene del idioma beréber amazigh, “amur akush”, “tierra de dios”), fue fundada en 1062 por Abu Bakr ibn Umar. En el siglo XII, los almorávides construyeron gran cantidad de madrasas (escuelas coránicas) y mezquitas de influencias andalusíes, y los muros rojos y edificios en piedra caliza roja construidos en esta época por Ali ibn Youssef, le otorgaron el nombre de “ciudad roja”, aunque también es conocida como “ciudad ocre” y “la hija del desierto”. Ali Ben Youssef Medersa (una de estas hermosas madrasas) es un viejo edificio de cúpulas de cedro y hermosos enrejados que recuerdan enormemente la arquitectura hispano-morisca, con mosaicos de cinco colores y estuco Kufic, y fue construido como un centro de enseñanza del Corán en el siglo XIV. Cerca, la mezquita del mismo nombre, primera de la ciudad, lamentablemente no está abierta al público, como todas las de Marrakesh, así que sólo pudimos disfrutar de la vista desde el exterior. Actualmente es el retiro de unos 10.000 europeos (entre 1 millón de marroquíes), así de bella y encantadora es esta ciudad, para atraer a tantos extranjeros,muchos de los cuales vienen barrios más tranquilos y modernos, como Hivernage… Mezquitas, palacios y jardines por doquier… La ciudad es pequeña, se puede ver en pocos días, pero tan intensa en sensaciones, colores, olores y sabores, que hizo de nuestra corta estadía una sensacional aventura de descubrimientos. Creo conveniente advertir, aunque casi todo el mundo está al corriente, que debéis tener cuidado con toda la gente que seos acerca en Marrakech (y otras grandes ciudades del país), pues en el mejor de los casos os llevará por una modesta propina a donde queréis cuando estéis perdidos, pero de vez en cuando os llevarán a donde ellos quieren (lol). Incluso, son capaces desmentir y deciros que el lugar a donde vais está cerrado por "h" o "b" motivo, sólo con la intención de haceros cambiar de destino. Los palacios y museos cierran a las 5 de la tarde y normalmente están abiertos al público todos los días...
Ali Ben Youssef Medusa
Mezquita Koutobia. Plaza Jemaa el-Fna
La Plaza Jemaa el-Fna es el centro neurálgico de la medina, con la mezquita Koutoubia visible desde cualquiera de sus rincones. Desde artistas y domadores monos durante la mañana, encantadores de serpientes (uffff... tienen unas cobras negras gigantes que la verdad, me produjeron bastante miedo, de lo contrario, me hubiera hecho una foto con ellas, como hice en Egipto) y danzarines beréberes en la tarde, vendedores de comidas y tatuadoras de henna por la noche (aunque la henna que utilizan no es rebuena calidad y no queda bien marcada en la piel), con los inconfundibles aromas a canela, naranja y cordero, llenan la plaza de sonidos, olores y sabores llenos de encanto a cualquier hora… La plaza siempre está viva! Al norte de la misma, el Laberinto de los Souks, el más grande de Marruecos. Aquí, si entendemos y aceptamos que perderse es parte de la experiencia, no sufriremos por encontrar la salida. Esto es un decir, porque nosotros lastimeras veces que visitamos acabamos un poco desesperados, al ver que las indicaciones de los locales para salir son bastante vagas y a veces traicioneras, porque quieren llevarte a donde ellos desean, jeje… Otra cosa. Aunque no nos guste el regateo, si no lo practicamos es visto como un insulto, así que… a regatear se ha dicho, que necesitábamos un par de jilabas, chebbas y jilabiyas, además de los infaltable souvenires. La mezquita Koutoubia, bello edificio construido en el siglo XII (1184-1199) por los almohades, que recuerda a la Giralda de Sevilla (construida a imagen de la de Marrakesh), es la mezquita más grande de la ciudad. Destaca por su alminar de 66 m de altura (que lamentablemente ha perdido gran parte de su ornamentación exterior) y su nombre (“la de los libreros”, kutub en árabe significa libro) hace referencia a los mas de cien puestos de vendedores de libros que había antaño en el cercano souk. El viajero musulmán Ibn Battuta la describe en 1352 como un punto de referencia en la ciudad, lo cual continua siendo así… Sólo se permite la entrada a musulmanes, pero gracias al uso del hijab y al chapuceo de algunas palabras árabes, pensé en entrar para disfrutar de la belleza artística de su interior, pero lamentablemente la encontramos cerrada.
Cenando con vistas a Jemaa el-Fna
Badi Palace
En el siglo XVI Marrakesh era nuevamente la capital del reino, y los sultanes saadianos Abu Abdallah al-Qaim y Ahmad al-Mansur, la embellecieron con suntuosos palacios como el Badi Palace (1578), construido en conmemoración de su victoria sobre la armada portuguesa en la batalla de los Tres Reyes. Fue la residencia formal del harem real y réplica de La Alhambra de Granada, construido con mármol de Italia, jade de China, oro de Sudán y porfiria de India. Cerca, las bien conservadas tumbas saadianas (alrededor de 60) fueron construidas en esta época por el sultán saadiano Ahmad al-Mansur, con mármol italiano de Carrara y trabajos en yeso color de miel con bellos detalles decorativos en oro… La dinastía saadiana construyó hermosos edificios en Marrakesh, pero en el siglo XVIII el sultán Moulad Ismail exigió la destrucción de todo vestigio de la magnificencia saadiana.  Afortunadamente las tumbas fueron re-descubiertas y puestas en valor a principios del siglo XX. El Palacio Dar Si Said (Museo de Artes Marroquíes desde 1932) se halla en la zona sur de La Medina, accediendo por unas callejuelas, y fue construido a finales del siglo XIX por Si Said Moussa, hermano del visir Ahmed Ben Moussa, quien en la misma época construyó el cercano Palacio de la Bahía. A la salida de todos estos lugares, por supuesto cientos de vendedoras de bisutería (nosotros nos tentamos con algunas) y sobre todo hombres que te invitan a adentrarte en las tanneries (donde curten y tiñen los cueros) y las cooperativas de mujeres donde venden todo tipo de derivados de aceite de argan, algo que se encuentra por doquier en la ciudad y no dejamos de traernos con nosotros. Yo ya los he probado, y la verdad, son buenísimos!
Badi Palace
Tumbas saadianas
Palacio de la Bahia
Jardín Majorelle
El Jardin Majorelle y el Museo de Arte Islámico es como un oasis verde y fresco en la ciudad, un sitio hermoso y lleno decolores. Fue construido en 1924 por el artista francés Jacques Majorelle, primero como un jardín botánico, y fue abierto al público en 1947 y adquirido en propiedad por Yves Saint Laurent en 1980. El museo resguarda cerámica, joyería y arte en metal tradicionales, además de textiles y otras artes de Marruecos y otros países de Africa. Hay también una tienda de productos de muy buena calidad, pero los precios son inaccesibles amenos para nosotros, por ejemplo, una simple camiseta de algodón costaba unos 100 euros! Así que nos dimos una vuelta pero salimos sin haber comprado nada, aunque había algunos artícülosmuy tentadores, sobre todo de joyería en plata. Preciosos! Nos tocó un día de bastante calor y sol, por lo que fue difícil evitar grandes contrastes en las fotografías, pero por suerte pasaban algunas nubes y pudimos aprovechar para realizar algunas buenas tomas en este espectacular lugar. No muy lejos de aquí se encuentra otro oasis en la ciudad, elPalmeral de Marrakech. Aunque nosotros no fuimos el mismo día (a pesar de que el taxi que cogimos para volver al hotel al final de la tarde nos llevaba al palmeral para verlo, por sólo 30 dirhams extras, unos 3 euros), tuvimos ocasión de ir otro día e interactuar con unos simpáticos y muy cariñosos camellos bebé!
Jardin Majorelle
Jardin Majorelle
Jardin Majorelle
Los curtidores o también llamadas Tanneries son talleres en donde sus habitantes se dedican a trabajar (curtir y teñir) las pieles y el cuero. Se lamenta que hoy en día sea poca cantidad de la población que se dedique a la antigua tarea de prácticas de técnicas con pieles y cueros, pero no es de extrañar dada la purísima naturaleza de este trabajo. Al faltar entusiasmo, la tradición se va perdiendo y por lo tanto lo único que queda es el olor en el ambiente y la característica arquitectónica del barrio. Marrakech era una ciudad que se destacaba por tener un tratamiento particular para preparar la lana y los cueros dado que seguían procedimientos muy antiguos de varios siglos pasados,pero hoy en día es Fez donde mejor se realiza este trabajo. El barrio de los curtidores de cueros es una zona que se encuentra al este de la medina de Marrakech. Su trabajo es realmente arduo y realizado en condiciones de sanidad bastante precarias. Entre las pieles más trabajadas se encuentran las de camello, oveja, cabra y vaca. El tratamiento que se les da es a través de una técnica en la que se las mantiene en cubos de piedra con cal durante un período de tiempo para eliminar el pelo sin dañar su textura. Luego se los somete a otro tratamiento muy oloroso, de un compuesto natural especial de orina con excremento de paloma donde pasan varias semanas. En estos espacios te dan un ramillete dementa para contrarrestar el fuerte olor. Una vez allí, los más jóvenes ayudan con sus pies descalzos a pisotear y ablandar las pieles. 
Cubos d piedra con cal y excremento de paloma
Conocer los curtidores de pieles no es algo que esté actualmente explotado para el turismo general de Marrakech, ya que por las condiciones no es un lugar “apropiado”. A pesar de ello, hay muchos visitantes que por su interés en el método de desarrollo se lanzan en busca de estos curtidores. Seguir las indicaciones de un mapa es prácticamente imposible. Las calles van haciendo un zigzag extraño y se vuelven muy estrechas, algo que puede confundir a cualquier persona. Seguramente durante el camino te encontrarás también con niños que te quieran enseñar el lugar. Además de la experiencia con pieles, también en el mismo sitio se encuentra un apartado para la confección de telas y alfombras tradicionales. Las técnicas son antiguas, ya que no se utiliza ningún tipo de máquina, sino que se van sumergiendo los telares en cubos y así tiñen según las tonalidades que desean. Para ello hacen uso de especias como la amanda para el verde, amapola para el rojo, y azafrán para el amarillo. Ninguna de las tinturas que utilizan son de origen artificial, algo que demuestra el trabajo y la calidad de los telares y el llamativo color que consiguen con este efecto. Para su secado las lanas simplemente son colgadas, y luego los artesanos pasarán a recogerlas para realizar sus piezas. No sólo en la plaza Jemaa el-Fna proliferan los vendedores de zumos naturales. En varias esquinas podéis degustar un exquisito zumo recién exprimido, como el de granada (por apenas 15 dirhams). Dicen que hay que tener cuidado con los alimentos crudos de la calle. Nosotros hemos probado algunos y no hemos tenido ningún contratiempo, aunque en general es recomendable frecuentar lugares que veáis con una higiene mínima. Como todos sabéis, el tajine y el cous cous son los platos  tradicionales más comunes, y los hemos comido en todas sus formas y en varios sitios diferentes, modestos y no tanto, como el restaurante Al Baraka, un precioso remanso de paz en medio del bullicio de Jemaa el-Fna.
Ñam! Zumo de granada recién exprimido. Delicioso!
Falling in love en el Palmeral deMarrakech. Jajaja!!! Qué bebés más dulces!
Tajine y Kefta con huevos en Restaurante Al Baraka. Plaza Jemaa el-Fna

2 comentarios:

  1. Maravilloso lugar de obligada visita!! Gracias Alex por mostrarnos un lugar tan especial y su historia.

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    1. Muchas gracias!! Me alegra saber que te ha parecido interesante :)

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