Hasta el 31 de enero de 2016 podemos visitar una maravillosa exposición
en el British Museum, que en un heterogéneo despliegue con el tema cultural
celta como eje, relata 2.500 años de historia, arte e identidad de esta cultura,
una etiqueta difícil de encuadrar y siempre sujeta a encendidas controversias.
La exhibición pone el acento en cómo el acerbo de diversos pueblos procedentes
de tiempos, geografías y culturas tan dispares, ha sido reinventado a lo largo
de los siglos hasta converger en la idea de una identidad común, con un estilo
artístico propio abstracto alejado de cánones naturalistas, y el gusto por el
simbolismo y la geometría. Por eso, ¿quiénes son los celtas en realidad? Esa es
la premisa con que se abre la exposición. Antiguos objetos arqueológicos de
hace miles de años, se mezclan con emblemas de las modernas naciones
consideradas celtas por excelencia, Irlanda, Gales y Escocia, proponiendo, a
través de unas 250 piezas, un recorrido histórico por los diferentes
significados que ha acuñado el término “celta”, partiendo por la designación keltoi
que los antiguos griegos destinaban a los bárbaros del norte ajenos a la
civilización mediterránea, y desembocando hace sólo tres siglos en la
concepción romántica de una cultura e identidad celta que en la actualidad se
identifica con el desmarque definitivo de galeses, escoceses e irlandeses. Para
leer más información sobre la exposición, podéis pinchar aquí (enlace al British Museum). Pero como me gusta el tema, he
hecho un breve resumen de la historia de los pueblos celtas desde sus orígenes
hasta la intervención vikinga. Espero que os guste, y os sea útil y fácil de
leer.
Los pueblos
celtas (siglos VIII-I a.C.). El
pueblo celta (pueblos de la Edad del Hierro que hablaban lenguas celtas, aunque
esto es ambiguo pues es difícil asegurar qué lengua hablaban) se esparció por
Europa y Gran Bretaña a mediados del I milenio a.C. y colonizaron la isla de
Irlanda en una serie de oleadas entre los siglos VIII y I a.C., aunque
historiadores británicos e irlandeses como Jordan
Maxwell, son un poco reticentes en adscribir estas culturas a los celtas, y
el uso del término “celta” para referirse a gente de Irlanda y Gran Bretaña, se
remonta sólo al siglo XVIII. Fueron los gael,
la última oleada, que conquistaron y dividieron Irlanda en cinco reinos, en los que floreció, a pesar de los
constantes conflictos, una rica cultura, en una sociedad dominada por druidas,
sacerdotes, médicos, poetas, videntes y legisladores. Aunque en ocasiones se ha
querido relacionar los misteriosos monumentos megalíticos con los druidas, esta
conexión es muy aventurada ya que en la mayoría de casos los monumentos son muy
anteriores a la llegada de los pueblos celtas (y sus druidas), al menos a
Irlanda, ya que recién a las gentes de la cultura La Tène ya se las puede identificar como verdaderos hablantes de
lenguas celtas, por el siglo V a.C. (muy posterior en milenios a los monumentos
megalíticos), aunque los indoeuropeos (antepasados de los celtas) aparecen y se
expanden desde el siglo XIII a.C.. El primero en vincular Stonehenge, por ejemplo, con la religión de los antiguos celtas,
fue el británico William Stukeley a
comienzos del siglo XVIII, y ya a finales de ese siglo se estableció un culto
neopagano en el sitio relacionado con los viejos druidas. Los castros y los petroglifos sí son vestigios
arqueológicos dejados por los celtas. Lo que sabemos sobre ellos, es gracias a
estos vestigios y a las fuentes romanas, a su poesía y sus mitos.
“Los druidas (porque así se
llaman estos magos) no tienen nada más de sagrado que el muérdago y el árbol
que lo soporta, siempre suponiendo que el árbol sea un roble (...) pero ellos
sólo eligen arboledas compuestas de robles para buscar el árbol, y nunca
realizan ninguno de sus ritos excepto en la presencia de una rama de él (...)
De hecho creen que todo lo que crece sobre él ha sido enviado desde el cielo y
es una prueba de que el árbol fue elegido por el dios mismo. Sin embargo, el muérdago se encuentra rara vez sobre el
roble, y , cuando se encuentra, se
recoge con la debida ceremonia religiosa, si es posible en el sexto día de la
Luna (...) ellos llaman al muérdago por un nombre significativo, en su lengua,
el que todo lo cura. Habiendo hecho los preparativos para el sacrificio y un
banquete debajo de los árboles, ellos traen allí dos toros blancos, cuyos
cuernos atan entonces por primera vez. Vestidos con ropas blancas, los
sacerdotes ascienden al árbol y cortan el muérdago con una hoz de oro y lo
reciben otros con una capa blanca. Luego matan a las víctimas, rogando a dios
que otorgue este don propicio a aquellos a los que él ha admitido. Ellos creen
que el muérdago, tomado como bebida, imparte fecundidad a los animales
estériles y que es un antídoto para todos los venenos. Tales son los
sentimientos religiosos que han mantenido muchas personas respecto a cosas sin
importancia.” Plinio el Viejo
(Historia Natural, XVI, 249)
No se conocen a ciencia
cierta sus rituales y creencias. Tenían numerosos dioses, los más importantes
eran Teutates o Tutatis (Dios de la guerra), Esus (Dios de la
Tierra) y Taranis (Dios de la tormenta). No levantaban templos ni
santuarios (al menos que hayan perdurado hasta nuestros días) pero tenían una
estrecha relación con el bosque donde celebraban todos sus ritos y con los
árboles, especialmente con el roble, como ya se ha mencionado, debido al
muérdago que el muérdago que cortaban con una hoz de oro. El poder de los
dioses se encontraba místicamente en cada uno de los árboles del bosque, cada
árbol era consagrado a un dios o simbolizaba una virtud. Los celtas asociaron
cada árbol con una época del año y usaron un calendario que se regía por las
fases de la luna. La independencia, el
heroísmo y la arrogancia, son algunas de las virtudes que se atribuyen a los
pueblos celtas. Los autores griegos y romanos los describen como jactanciosos y
turbulentos. Los festines eran parte importante de la vida de la nobleza celta,
que muchas veces eran celebraciones de victorias en la batalla. En estos, los
guerreros eran estimulados para exponer los alegatos más extravagantes, y el
ganador, podía trinchar el animal asado, y guardarse la mejor parte (la parte
superior del músculo, llamada “parte del campeón”). El Ciclo del Ulster es uno de los principales textos que hablan sobre
la historia celta.
Sí se sabe que el culto estaba a cargo de los druidas,
sacerdotes que además eran educadores de la juventud, que dividían la sociedad
en tres partes. Importante: el roble,
el muérdago y la hoz de oro. Conocen las plantas
curativas, la naturaleza, la astrología, la importancia de la relación entre el
hombre y el cosmos. Búsqueda de armonía entre hombre-naturaleza. Conocimiento
del funcionamiento de la naturaleza. Cualquiera podía iniciarse como druida, no
era una condición hereditaria. Los monumentos megalíticos no están relacionados
con el culto de los celtas, muy posterior… durante mucho tiempo los cultos
celtas estaban especialmente relacionados con las montañas, los bosques y las
aguas, a quienes invocaban bajo diferentes nombres (Vosgos, Ardenas, Dumias,
Sequana, Nemausis) que más tarde, en época galorromana, se fueron identificando
con las divinidades romanas. También tuvieron divinidades abstractas y genios
de las ciudades. Tres mandamientos:
obediencia a las leyes divinas (dios inteligencia cósmica), interés por el
bienestar del medio social (humanidad y clan), y asunción con valentía de todos
los embates de la vida (estoicismo, filosofía de vida).
“Infundía también terror
la vista y movimiento de los que se hallaban desnudos en la vanguardia, ya que
sobresalían en robustez y bella disposición. Todos los que ocupaban las
primeras cohortes estaban adornados de collares de oro y manillas; a cuya vista
los romanos, ya se sobrecogían, ya estimulados con la esperanza de rico botín,
concebían doblado espíritu para el combate. Después que los flecheros romanos avanzaron
al frente, según costumbre, para disparar espesas y bien dirigidas saetas, a
los galos de la segunda línea les sirvieron de mucho alivio sus sayos y
calzones; pero a los desnudos de la vanguardia, como sucedía el lance al revés
de lo que esperaban, este hecho los colocó en grande aprieto y quebranto.
Porque como el escudo galo no puede cubrir a un hombre, cuanto mayores eran los
cuerpos, y éstos desnudos, tanto más se aprovechaban los tiros. Finalmente,
imposibilitados de vengarse contra los que disparaban, por la distancia y
número de flechas que sobre ellos caía, postrados y deshechos con el
contratiempo, unos furiosos y desesperados se arrojaron temerariamente al
enemigo y buscaron la muerte por su mano, otros se refugiaron a los suyos,
hicieron público su temor y desordenaron a los que estaban a la espalda. De
esta forma fue derrotada la altivez de los “Gesatos” por los flecheros romanos.
Lo mismo fue retirarse los flecheros y salir al frente las cohortes, que venir
a las manos los insubrios, boios y tauriscos, y hacer una vigorosa resistencia.
Cubiertos como estaban de heridas, mantenía a cada uno el espíritu en su
puesto. Sólo había la diferencia que eran inferiores, tanto en general como en
particular, en la estructura de las armas.” Polibio (Historias, I, II y VIII)
Vestimenta: un estilo colorista y bien ornamentado, con mucha
tendencia a la mezcla de colores llamativos. Los tintes principales, que tanto
fervor causaron, seguramente eran: para el rojo, la llamada “Roja” (Rubia tinctorum), para el amarillo Roseda luteola y para el azul, yerba
pastel (Isatis tinctoria). El lino ha
sido el material textil más antiguo hallado, usado por los proto-celtas. La
lana se convirtió en la materia prima más usada una vez las ovejas fueron
domesticadas. En la Edad de Hierro la mayoría de ropa de los celtas estaba
hecha de lana. La tela se tejía con telares, a cuadros y rayas, pero aún muy
distantes del “tartán” actual.. Las piezas de vestir básicas eran braccae para los varones y túnicas
largas y peplum para las mujeres, así
como un saquito en el cinturón (denominado pouch)
para ambos. Casas: armaduras de
postes de madera, ramas y mimbres entrelazados y embarrados, cubiertas de
entramados de paja. Almacenaban los cereales en hoyos (silos) alrededor de las
casas. Se hallaban dentro de cerros fortificados (como Maiden, en Dorset).
Los britanos
o britones fueron los pueblos indígenas que habitaron la isla de Gran
Bretaña (Albión) los cuales podían
ser descritos como celtas
insulares antes de que su lengua y culturas fueran reemplazadas por las
de los invasores anglosajones. Estos pueblos hablaban lenguas britónicas y
compartían tradiciones culturales comunes. En términos de lengua y cultura,
gran parte de todo el oeste de Europa fue principalmente céltica durante este
periodo, aunque la isla de Gran Bretaña y
la Bretaña continental estuvieron habitadas por celtas britanos. Los habitantes de Irlanda, la
Isla de Man y Dalriada escotos o celtas
gaélicos, hablantes de lenguas goidélicas.
Parte de los eruditos en la materia argumentan que el desconocido idioma picto era de origen britano, si bien en
la Britania prerromana los pictos se
distinguían como un grupo separado, del mismo modo que los escotos de Dalriada. En cualquier caso, el término britano
se refiere tradicionalmente a los habitantes de la antigua Britania excluyendo
a los pictos.
Hibernia y
los romanos (siglo I a.C.). Los
romanos denominaron a este territorio Hibernia y aunque no fue parte formal del
Imperio Romano, éste se expandió ampliamente fuera de sus límites formales,
pero la exacta relación entre los romanos y las tribus de Hibernia, se
desconoce. El astrónomo griego Ptolomeo registró en el año 100 d.C. su
geografía y sus tribus en detalle. La presencia romana en estas tierras fue de
escasa duración, lo que permitió a la lengua celta sobrevivir, y luego regresar
al continente (Bretaña francesa).
Cristianización
(siglos V-VIII d.C.). En poco más de
150 años, la tradición druida colapsa e Irlanda pasa de ser una isla pagana, a
convertirse en la primera potencia cultural de occidente. El antiguo énfasis de
la afiliación tribal se reemplaza por la patrilineal y de trasfondo dinástico. Los
eruditos se especializaron en esta época en el aprendizaje del latín, que se
practicó en gran cantidad de monasterios cuyo aislamiento y excelencia ayudó a
preservarlo, y al florecimiento de la escritura (libro de Kells), la metalurgia
(preciosa orfebrería) y la escultura (cruces talladas en piedra). Los piratas (escotos, pictos y los misteriosos
atticotti) irlandeses acosaron la costa oeste británica y la actual Escocia.
Niall Noigiallach (siglo V) sentó
las bases de la hegemonía de la dinastía
Uí Néill (centro, norte y oeste de Irlanda). El libro de Armagh, manuscrito
irlandés del siglo IX conocido como Canon de Patricio o Liber Ar(d) machanus
(el cual se cree perteneció a San Patricio y fue escrito en parte, de su puño y
letra), contiene los más antiguos ejemplos de gaélico escrito.
La intervención
vikinga (siglo VIII d.C.). A partir
del siglo VIII comienza una etapa de guerras intermitentes provocadas por los
vikingos que saquearon monasterios y pueblos, siendo Thorgest (Turgesius) el primer vikingo que fundó un reino en
Irlanda, el cual abarcaba Ulster, Connacht y Meath, y duró hasta el 845, años
en que Thorgest fue asesinado por Máel
Sechnaill mac Máele Ruanaid (Malachy), quien se convirtió en el nuevo rey
de la provincia. En el 852, los vikingos Ivar y Olaf desembarcaron en Án Dubh Linn (Dublín, Charco
Negro), y fundaron varios pueblos sobre la costa, surgiendo un grupo mixto de
irlandeses y escandinavos (los Gall-Gaels, extranjeros en irlandés), influencia
que se ve reflejada en muchos nombres escandinavos de reyes irlandeses contemporáneos
(Magnus, Lochlann, Sitric), y cuyos rasgos se conservan hasta hoy en día en los
habitantes de esta franja costera. La inestable paz conseguida culmina en 914
con una extensa guerra entre irlandeses y escandinavos. Los irlandeses Malachy
(rey de Meath) y Brian Boru (posteriormente Rey Supremo de Irlanda) derogaron
el reinado de los descendientes de Ivar Beinlaus. Tal vez, las torres
irlandesas fueron construidas para refugiarse de las invasiones vikingas. En
este período Irlanda era un mosaico de clanes y tribus repartidas en 4 provincias: Leinster (Laighin en irlandés), Connacht (en irlandés Connachta), Munster (An Mhumhain) y Úlster
(Cúige Uladh).
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